Esos robocops, protegidos bajo sus armaduras, vestidos de azul, armados hasta los dientes, con chalecos antigolpes, porras paralizantes, porras menos paralizantes, revolver y escudo, un sofisticado equipo pagado con el dinero de todos los ciudadanos, cuya misión es protegernos de cualquier peligro. Esos policías en quienes confiamos, han vuelto sus armas contra nuestros hijos, contra chicos y chicas indefensos, estudiantes de Secundaria de Valencia que protestan por el desmantelamiento de la educación pública en aquella comunidad autónoma.
Qué imagen la que ofrecen nuestros defensores aporreando a chicas de quince años, arrastrándolas por el suelo. Este grupo de policías no han sido preparados en sus Cuerpos Especiales o en su Academia para patear a adolescentes sino para combatir el delito.
¿O acaso, estos defensores del desorden, ven delito en protestar en contra de la corrupción, a favor del sistema educativo, o para intentar evitar que una reforma laboral injusta les arrebate el incierto futuro que tienen? Si esos chicos y chicas merecen ser aporreados y arrastrados por los suelos, como hemos visto que así ha ocurrido, nosotros, sus padres e incluso sus abuelos, no somos menos culpables, por intentar defender nuestros maltrechos derechos laborales y sociales.
¿Quién nos garantiza que esos valientes policías mañana no harán lo mismo con los estudiantes de Primaria, o incluso con los bebés de guardería si estos arman mucho jaleo o si bloquean alguna vía pública con sus taca-taca? ¿Acaso nadie les ha enseñado que la fuerza ha de ser proporcionada a la hora de usarla?
No hemos depositado nuestra confianza en matarifes ni matones de tres al cuarto. No podemos sentir tanta vergüenza e indignación cuando vemos como están actuando, cada vez en más ciudades españolas, nuestras Fuerzas de Seguridad.
Hoy, en Valencia, ya se escucharon las voces de los ciudadanos que presenciaron la brutal carga policial contra los estudiantes de Educación Secundaria del Instituto Luis Vives que gritaban: “! Que valientes son, que pegan a los niños” o “Y estos son los héroes de España”.
Extender el miedo a las porras y a las balas de goma, cuando los ciudadanos protestan contra los recortes sociales y laborales no les hará olvidar que todos estos son problemas que también a ellos les afectan y que, posiblemente muy pronto se encontrarán en las calles protestando para defender los mismos derechos. Incluso, es posible que algún mando se cuestione las órdenes de sus superiores , los políticos, algunos de ellos implicados en casos de corrupción, que se protegen tras esa fuerza de choque que parece que tienen como propia.
Sí, porque sabemos que existen buenos y muy competentes policías que no ven con buenos ojos lo que está sucediendo. Esperamos escuchar sus voces o las de sus sindicatos condenando estas acciones.
De no ser así, habrá que entender que no se ha tratado de un hecho aislado.
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