El sufragio universal ha sido sustituido por el miedo en todo
el mundo. De ciudadanos hemos pasado a frustrados consumidores. Miedo a perder
nuestro trabajo. Miedo a no poder consumir al mismo ritmo. Miedo al extranjero.
Y a que nuestro móvil se quede un día averiado. En una encuesta reciente, los
jóvenes españoles declaraban preferir la pérdida del sentido del olfato antes que
quedarse desconectados. Preferían perder a su madre que perder su móvil. Esto no es que me de miedo, me da
pavor. Los británicos cierran sus fronteras a los inmigrantes; los húngaros
están construyendo un muro. De muros también habla el nuevo presidente electo
de los EE.UU, Donald Trump. Un gran muro que les separe de México. Trump es el
principio de lo que estamos viviendo. Francia está a un tris de caer en mano de
la ultraderecha. Lo mismo Austria y Holanda. En los prósperos países nórdicos
la socialdemocracia no es más que un recuerdo. El mundo camina hacia senderos
oscuros que en el pasado han terminado con millones de muertos.
En España la cosa no va mejor. El PSOE permite gobernar al
PP. El PP sigue con sus políticas de recortes de la sociedad del bienestar, se
incrementa la brecha entre los más ricos, que son cada día más , y los más
pobres que crecen a un ritmo endiablado. Tres millones de ciudadanos han
abandonado la clase media en España para caer en la pobreza. Nuestro país lidera en toda Europa los índices de desigualdad social. Los sueldos se
reducen. También son cada día más los españoles que trabajando no llegan a fin
de mes. Es lo que ya se conoce como el trabajador pobre. Y la estadística de
suicidios va en aumento.
Habría que ser ciego o muy tonto para no darse cuenta de que
en un plazo de tiempo que no parece muy largo, no sólo España sino también
muchos países de Europa, lo que conocemos como el mundo próspero, podrían reventar . En África ya ha
sucedido y millones de personas atraviesan los mares en frágiles embarcaciones
y se entregan a las mafias para llegar a Europa. En Oriente a la desesperación
algunos le llaman terrorismo. Lo cierto es que se exporta a Europa con mucha
facilidad.
Nada, por lo que se ve, resulta gratis. Tenemos a la sociedad
universal cabreada mientras unos pocos se enriquecen. No soy militar ni
estadista por tanto ignoro mucho sobre conflictos bélicos, estallidos sociales
e incluso sobre la infinita paciencia de los ciudadanos más desesperados. Soy
tan solo un periodista con el nombre manchado por demasiados compañeros, que no
se mezcla con el gremio pero que habla con la gente, vive en la calle y lee o
conoce de primera mano lo que está ocurriendo en parte del mundo. Y lo que a mí
me toca es hacer mi trabajo, es decir, obtener información, analizarla y
trasladársela a ustedes, o a usted, quizás mi único lector. Hay que prepararse
para tiempos peores. Recuerde, otro mundo peor no solo es posible sino que ya
ha comenzado a nacer.