Apesta. España apesta por los
cuatro costados. Huelen mal las más de cuatrocientas toneladas de basura que Ángel
Fenol, empresario valenciano imputado en el caso Brugal, ha enterrado en Orihuela
cubriéndolas con limoneros. Huele mal el caso Bankia que salpica al Gobierno,
al anterior gobierno y a personajes corruptos de nuestra trama político-empresarial.
Sin embargo ni el PP ni el PSOE quieren abrir una investigación. Por algo será.
Huele mal que el presidente el
Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordoñez se haya presentado hoy en el
Senado diciendo que no puede hablar, que así se lo ha pedido el Gobierno y que les
va a hacer caso pero que el cuerpo le pide contarlo todo. Este Ordoñez no tiene
nada que ver con aquel otro, Francisco Fernández Ordoñez, que fue un buen ministro
durante la transición, aunque ambos sean hermanos.
Huele mal que todos encubran la gran
corrupción, la gran mentira.
Nos dicen que Aurelio Izquierdo, un
ex directivo de Bankia, de Bancaja y del Banco de Valencia- las tres entidades intervenidas
por el Gobierno-, se va a llevar 14 millones de euros por tres entidades
hundidas y salvadas con capital de todos los españoles. Y nos quedamos cortos
si pensamos que el actual presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, ha cobrado 68 millones de
indemnización del Banco de Bilbao. El saliente, Rodrigo Rato, cobrará cerca de
cuatro millones por su fatídica gestión. Huele mal y esto es un atraco.
La corrupción domina gran parte
de las estructuras democráticas en España. Los mecanismos de control
democrático, la Fiscalía General del Estado, la Comisión del Mercado de Valores
o el Banco de España permanecen ciegos, sordos y mudos. La corrupción llega
hasta la misma familia real y se extiende por las presidencias de algunas
comunidades autónomas, los ayuntamientos y las empresas públicas y privadas sin
que nadie haga nada por evitarlo. No se salva ni el Poder Judicial. El llamado
caso Divar es un escándalo. Esto es un atraco y la Justicia está en el juego.
Atracadores y corruptos ejercen un
gran poder. Desahucian a los trabajadores empeñados en créditos que no pueden
pagar; castigan a los funcionarios públicos; destruyen la educación o la
sanidad, ponen en peligro a parados y pensionistas (ya están pensando en cómo reducir
sus exiguos salarios) y se ceban con los jóvenes españoles convirtiéndolos en una
gran “generación perdida”.
Nunca hasta ahora la peste se
había extendido tanto en España. Estamos al borde del rescate o lo que es lo
mismo de que se empobrezcan más, todavía más si esto es posible, las clases trabajadoras, mientras
los responsables de la crisis- yo lo llamaría el gran expolio nacional-
acumulan millones de euros en paraísos fiscales.
Necesitamos ser rescatados ya. De tanta ignominia.
Abrir las ventanas y que sople el viento. Que la peste se vaya. Para eso es posible
que tengamos que movernos, al menos levantarnos de nuestros sofás y apagar la
tele. Salir a las calles y no abandonarlas hasta que algo se arregle. Con salir
un día no arreglamos nada. Tanto silencio va a envenenarnos.