Los políticos del Partido Popular, con el presidente del
Gobierno a la cabeza, no se cansan de repetir una y otra vez que la corrupción
es un hecho aislado, que a cualquiera en las filas de su partido le puede
suceder y que de lo que se trata es de depurar responsabilidades y hacer
limpieza cuando surja un caso. Este mensaje se repite machaconamente a través
de los medios de comunicación y de tanto repetirlo hay quien cree que se trata
exactamente de eso, de una pandilla de chorizos que se aprovechan de sus
puestos relevantes para engordar sus bolsillos. Lo que se intenta con estos
mensajes es desviar la atención del hecho más grave, de aquello que los
ciudadanos nunca deben saber, que la corrupción forma parte del sistema, que se
produce de forma generalizada en todos los ámbitos de la sociedad y que se
castiga de forma ejemplar a quienes intentan oponerse a ella ya se trate de jueces,
periodistas o funcionarios. La corrupción, cuando se adueña de un país lo primero
que hace es hacerse con los grandes medios de comunicación para impedir que la
verdad se conozca, entrar en los partidos políticos y los sindicatos para
pudrirlos y convertir al dinero en dueño y señor de todas las conductas.
Una sociedad con jueces dóciles, con periodistas que declaran
sin rubor tener la pluma del medio para el que trabajan, con una administración
de justicia enferma, con un sistema policial al servicio del más fuerte dictando leyes mordaza para que nadie pueda
hablar o protestar sin tener que pagar multas millonarias o pasar por la cárcel,
es una sociedad enferma. En la mente de todos están nombres que podrían mucho
mejor que yo contar lo que pasa , como los jueces Baltasar Garzón y Elpidio
Silva, el que fuera fiscal anticorrupción Jiménez Villarejo o los ciudadanos
que han pasado y siguen pasando por las cárceles por enfrentarse a quienes no les representan. En la mente de
todos están los manifestantes de Cataluña sentenciados recientemente a años de cárcel
o los sindicalistas que secundan una huelga general formando parte de los
piquetes.
El caso Urdangarin no es un hecho aislado sino el síntoma de
algo que hace años que se viene produciendo y que de haberse seguido investigando
no se habría detenido en el presidente de la comunidad autónoma balear, Jaume
Matas. El caso Matas no es un hecho aislado sino que se extiende a otras muchas
comunidades autónomas. Gurtel no es más que una forma de funcionar de nuestros
políticos, una muestra más del enriquecimiento ilícito. El caso Púnica, lo es
en los ayuntamientos del Partido Popular
pero también existen en muchos otros. En Andalucía los ERE. En Cataluña los
señores Pujol que se envuelven desde hace años en la bandera nacionalista para
intentar encubrir sus delitos. En Murcia, en Castellón, en Castilla la Mancha,
en Galicia, en Asturias, en Navarra, el mapa autonómico o el municipal están
cubiertos de casos de corrupción. Pero también alcanza a personalidades del
Estado, del Gobierno, de los partidos políticos, de la banca, de la justicia,
de la policía…. No se salva nadie.
Lo que hoy como ayer se nos oculta es una realidad que supera
con mucho a la ficción por eso cuando vemos que asoman casos como el del
pequeño Nicolás o el de la doctora Pinto uno cree estar viviendo en un mundo
irreal. Y cuando vemos como Granados se mezcla con personajes como Cerezo y ambos
a la vez con policías con intereses en empresas en paraísos fiscales, hablo del
comisario Villarejo, y este a su vez trabaja como confidente de lujo para el periódico
el Mundo y de ahí surge el culebrón del amigo del rey, López Madrid, pedimos a
gritos que nos dibujen un croquis que nos haga entender que está ocurriendo
realmente en este país. O lo que sería más
exacto, que es lo que lleva años urdiéndose bajo los gobiernos del PSOE y del
PP sin que ni uno ni otro quisieran afrontar con valentía la reforma de la
Justicia que utilizan a su antojo como arma arrojadiza de forma interesada.
Durante muchos años, como periodista de investigación, he
podido conocer de primera mano la causa de esta enfermedad que emponzoña nuestra
sociedad. Ya hace veinte años que los servicios de inteligencia españoles
sabían que el dinero del crimen organizado, el dinero del narcotráfico, el
dinero del terrorismo internacional y el de la corrupción se lavaban en el
mismo lugar, en los llamados paraísos fiscales.
Fue el juez Jean Pierre
Thierry, desde Francia, el primero en alertarnos al decirnos que el dinero de
ETA se ocultaba en las cuentas de los mismos bancos en los que políticos o criminales
famosos ocultaban sus fortunas. Por eso no debe de extrañarnos ahora ver algún
caso como el de la Banca Privada de Andorra, con una puerta de entrada en Madrid,
como ahí depositaban sus dineros desde Juan Cotino, miembro numerario del Opus
Dei, ex director general de la policía con Aznar y ex presidente de las Cortes
Valencianas; Flores, el empresario-guardaespaldas de la discoteca Madrid-Arena
o el mismísimo Pujol, Gaopin y la mafia rusa. Algo les une a todos ellos, la
necesidad de ocultar sus dineros.
Esto que nos resulta
escandaloso lleva muchos años creciendo en la sombra. En la sombra que le han
procurado los gobiernos del PP y del PSOE. Los mismos que miraban para otro
lado cuando llegaban los sicarios de Moscú a la Costa del Sol con sus maletines
cargados de dinero, o las triadas chinas o los ex generales de la Stasi o del
KGB. Algunos periodistas advertimos entonces de este peligro. Algunos perdimos
el trabajo al hacerlo a otros les fue peor y tuvieron que abandonar el país o
viven perpetuamente amenazados.
Para que venga Rajoy diciendo que la corrupción es un caso
aislado.
Lo mismo le escuchamos decir entonces a Felipe González o a
José María Aznar. No, la corrupción no es un caso aislado, en todo caso es lo
que aísla a todo un pueblo.
Todo comenzó en la dictadura con el caso Nicolás Franco (aceites
de Redondela) pero no pasó gran cosa porque se trataba de un caso aislado. Continuó
con el caso Matesa, le siguió el joven
empresario Jesús Gil (tragedia de San Rafael). Eran casos aislados. En 1982
llegó el PSOE al poder y con él los maletines del caso Flick. La beautifull
people se hizo cargo de todos los ministerios económicos y así nos fue. Discípulos
de la Escuela de Chicago, cachorros del neoliberalismo, se hicieron cargo de
las grandes empresas públicas hasta que las privatizaron. Felipe González tuvo
muchos casos aislados que fueron desde el BOE, al Banco de España, a la
Dirección General de la Guardia Civil o al propio Ministerio del Interior.
Seguían siendo casos aislados. Aznar lo extendió sin rubor a todos los campos y
allí creció y engordó Gurtel. Y mientras esto sucedía las mafias
internacionales se instalaban en España. La mafia rusa visitaba España.
¿Alguien lo recuerda? Seguro qué no. Se trataba de un programa de investigación
que demostraba su presencia aquí. Nada mejor que deshacer aquel equipo. Y pronto
el periodismo de investigación se convirtió en manos de los poderosos en
periodismo de instigación, el látigo particular e interesado para aupar o
derribar gobiernos, para vender ejemplares de prensa pero no para defender la
verdad. La verdad ya había sucumbido entre la tinta de las máquinas de la
imprenta. Y es que la corrupción es un bicho grande que tiene al menos tres
patas: la económica, la mediática y la política. Esta es la autentica Triada. Y
esto, señor Rajoy, no es un hecho aislado.
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