¡Al fin, después de tantos años, parece que llegan los
nuestros! Y con ellos
los corruptos irán a la cárcel, tendrán que devolver lo que robaron; la
educación tendrá una cierta calidad igualándose a la de los más avanzados
países de nuestro entorno; la sanidad se salvará de ser privatizada y volverá el trabajo digno. Nuestros abuelos
pueden sentirse tranquilos porque ya no tendrán que sostener la carga de sus
hijos y sus nietos, y nuestros hijos verán la luz al final del túnel o
lo que es lo mismo tendrán un futuro parecido al de sus padres. Si otro mundo diferente a corto plazo no es posible al menos que nos devuelvan todo lo que
en los últimos años nos han arrebatado, lo que todavía quedaba de la Sociedad del Bienestar. !Uf,
menos mal, que pronto llegan los nuestros!
Ya hay quien desde algunos partidos políticos emergentes lo está celebrando pero
yo no alzaría de momento la copa de la victoria. La historia está llena de
grandes derrotas que fueron vistas en principio como grandes victorias. Los
generales árabes festejaban su victoria mientras los aviones israelíes cargaban
sus bombas para comenzar una guerra que tan solo duró seis días . La Primera
Guerra Mundial fue en principio una fiesta en la que los combatientes se
despedían de sus familias y amigos con el convencimiento de que en unas semanas
estarían de nuevo en casa victoriosos. Y esas semanas se transformaron en años.
Hitler estaba convencido de que tomar Francia sería un paseo y los belgas y los franceses
le hicieron ver lo equivocado que estaba. Existen innumerables ejemplos de
falsas victorias celebradas de antemano que se frustaron. Pero claro yo estoy hablando de una guerra y ustedes dirán: ¿en que se parece una guerra a
lo que estamos viviendo? Por lo que se ve en mucho, si nos fijamos en Grecia, en donde
el pueblo ha elegido a sus representantes para que cumplan con sus promesas
electorales pero la Unión Europea les ha
recordado que la soberanía griega está en manos de los acreedores de su deuda. Es
esta una guerra que ya se ha cobrado más víctimas que muchas guerras locales y
desde luego que ha generado una pobreza con unos niveles de hambre en
Europa como no se recuerda desde la postguerra mundial. Es esta la guerra de global de los más
poderosos contra las clases medias y bajas de todo el mundo. Sí, de eso estamos hablando, de revertir nuestro presente y de que no conviertan nuestros hogares en un campo de batalla.
Sabiendo esto y visto lo visto, conociendo el poderosísimo
enemigo al que hay que enfrentarse, resulta de todo punto incomprensible que los
“nuestros” alardeen de su victoria de antemano, que ante la cantidad de poder
político que van a ocupar hayan comenzado a pelearse entre ellos, que se muestren más preocupados por su
victoria que por el objetivo primero de estas elecciones que no es otro que
desalojar del poder el Partido Popular que tanto sufrimiento y daño ha causado.
Ayer mismo pudimos ver como ante la visita de Junker a Madrid, Rajoy ha firmado
el compromiso de aportar 1500 millones de euros para un proyecto energético que
pretende unir España y Francia con un presupuesto total de dos mil millones de
euros. Y este coste no se reparte con
Francia a partes iguales ni ser prorratea entre los miembros de la UE, lo va a
pagar el país con más índice de paro en
toda Europa. Con dirigentes así, a los que no les tiembla el pulso para firmar en
condiciones claramente desventajosas estos macro proyectos y someten a la
población a grandes penurias, se necesita un cambio urgente.
El PSOE no parece
tener la energía suficiente para convertirse en el referente del cambio
político. UPyD e IU defenderán antes sus propias estructuras partidistas que intentar
la unión de las fuerzas de la oposición ante una emergencia nacional como la
que nos ocupa. CIU y ER están a lo suyo, al nacionalismo independentista.
Y los partidos emergentes, Ciudadanos y Podemos crecen rápidamente en
expectativa de voto.
Por lo que se ve no habrá mayorías absolutas- ni falta que
nos hacen- pero tampoco suficientes para poder formar gobierno. Habrá que
pactar, que negociar, olvidando personalismos y porcentajes de representación
partidistas. E intentar unir fuerzas. De momento el ejemplo no puede ser peor.
Rosa Díez se niega a integrarse en Ciudadanos pues prefiere ser cabeza de ratón
que cola de león; Podemos, imbuido de su mesianismo y de una gran autosuficiencia,
se niega a abrirse a las demás fuerzas de la izquierda progresista, creen que
ellos y solo ellos se van a bastar para desalojar al PP del poder. Grave error.
De persistir en él puede que muy pronto
lo que dijo Pablo Iglesias en los pasillos del Parlamento Europeo (“En las elecciones
generales en España el PSOE va a tener que decidir si nos apoya para llegar al
Gobierno o mantiene en él al Partido Popular”) se vuelva contra él.
Como decía un compañero periodista en aquellos días previos a las
elecciones generales de 1982: “!Todos al suelo , que vienen los nuestros!”
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