jueves, 19 de enero de 2012

LA CORRUPCIÓN, EL CANCER Y LAS CUCARACHAS

La corrupción es enemiga de la democracia y elude la transparencia y los órganos de control. Se extiende por el cuerpo social como el cáncer maligno, es decir, cuando uno detecta el síntoma a menudo es tarde para atajarlo pues se ha transformado en metástasis.

Lo mismo que el síntoma del cáncer resulta a veces tardío lo es la aparición de la cucaracha- la germánica es la más extendida- de tal forma que se suele decir que cuando se ve una es porque otras diez están ocultas. Las cucarachas son muy prolíficas, anidan en los lugares más recónditos- enchufes de la luz, bajo los muebles- se mueven con libertad a través de las cañerías y ponen sus huevos a centenares para perpetuarse.

La corrupción y las cucarachas son dos plagas de difícil exterminación. Se requiere mucha perseverancia contra ellas una vez que aparecen. Con el cáncer ocurre algo parecido. Sin ser una plaga, ya lo parece. A todos nos da la impresión de que nuestra vida es un número que se mueve en un bombo y que cuando finalmente sale elegido ya nos podemos despedir de familiares, amigos y conocidos. 


Ante la corrupción, el cáncer y las cucarachas se pueden hacer múltiples cosas. Una es luchar contra ellas, para intentar erradicarlas. Atacar el cuerpo enfermo con una química severa capaz de destruir las células malignas. Aplicar la justicia ejemplarizante para que nadie tenga la tentación de meter la mano en la caja o recurrir a un buen plaguicida para exterminar a esos bichejos que tan bien supo retratar Kafka en su novela “La metamorfosis” al describir como se transformaba su personaje, Gregorio Samsa.

La otra cosa que no se debe de hacer es fomentar la corrupción, dejar que el cáncer se extienda o invitar a las cucarachas a un festín en tu cocina. Y esto es lo que está sucediendo. Mientras la corrupción se extiende hemos decidido condenar a los jueces que la persiguen- el caso Baltasar Garzón- , asistimos atónitos a la descripción detallada de nuestro mapa del carcinoma social, que por lo que se ve ya llega hasta la antesala del Rey y quién sabe si quizás más, desborda el poder autonómico y local y se presenta como algo con lo que el ciudadano parece condenado a convivir.

Ante el Tribunal Supremo pude oír de boca del historiador Ian Gibson, decir: “Esta no es la España que le hubiera gustado ver a Antonio Machado”. Ni a nosotros tampoco. Sin embargo toda la ciudadanía presente para protestar por la decapitación del juez no llegaba apenas al centenar de personas. El juez juzgado dijo que se sentaba ante un pelotón de fusilamiento. Intuye que la sentencia ya está escrita y más que imputado se siente reo. El más alto tribunal dará la razón a delincuentes con trajes, camisa y gemelos. A estas alturas nadie cree que Camps o Urdangarin pisen la cárcel aún cuando resulten condenados. El tiempo lo dirá en un plazo corto. Mientras tanto, fruto de la corrupción y el despilfarro, otros están pagando lo orgía. Y ya saben , las cucarachas se pasean a sus anchas por la cocina

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