sábado, 6 de abril de 2019

DE NUEVO, LOS VIEJOS FANTASMAS



Muy probablemente las elecciones generales del día 28 abril van a cambiar el panorama político español. Las últimas encuestas ya señalan en esa dirección y los líderes de los partidos políticos se posicionan por lo que pudiera pasar. Nadie duda que el ganador claro de las elecciones va a ser el Partido Socialista Obrero Español pero de ahí a que pueda gobernar hay un abismo. Por lo que parece PSOE y Podemos podrían no sumar y una alianza postelectoral que no se descarta sería la formada por el Psoe, Ciudadanos y Pnv pero está formula tiene dos problemas: que Ciudadanos no parece estar dispuesto y que Podemos ya ha anunciado que si de ellos dependiera no cuenten con su abstención pues votarían en contra, es decir le darían el Gobierno a la derecha más contumaz. Así las cosas, por lo que parece podríamos estar abocados a un Gobierno PP-Ciudadanos-Vox, una copia de la fórmula andaluza que se proyectaría también en gobiernos autonómicos y ayuntamientos con lo que el mapa político español daría un vuelco importante. 


En Cataluña, si nos fiamos de los sondeos,  parece que ERC ganaría las elecciones seguido a distancia de  Ciudadanos. El partido del huido Puigdemont bajaría notablemente y sus votos se irían a reforzar a la Cup que volvería ser una fuerza política importante a la hora de decidir alianzas de gobierno. Y el independentismo no deja de sumar adeptos, lentamente, pero sube. Y lo hará en mayor medida si se cumplen los vaticinios de un gobierno con la extrema derecha a nivel nacional. Eso es lo que está esperando el sector independentista catalán. Cuanto peor mejor. Romper la barrera del 50 por ciento y encaminarse hacia lo que Iceta ya anunció: una Cataluña con un 65 por ciento de votantes independentistas que haga realidad el sueño de la independencia. De esta manera Cataluña tendría un mayor apoyo internacional para sus fines, que no son otros que separarse de España. Estamos hablando a corto plazo. Tan es así que ya hay quien sopesa la posibilidad de acelerar al máximo el proceso y dinamitar el juicio que se sigue en el Tribunal Supremo en contra del intento independentista unilateral, en el caso supuesto de que se constituyera un gobierno de derecha extrema que trajera regresión en las leyes más importantes y viniera así a avalar el mantra tan extendido por los independentistas de que España no es una democracia plena. Si a eso unimos una actitud dura con el gobierno catalán, sea a través de la vía 155 o de otras medidas, que acrecienten la brecha separatista con el Estado español, entonces veríamos crecer  de nuevo el independentismo en Cataluña a la manera en que lo hizo con el gobierno Aznar.

 La campanada para esta nueva estrategia diseñada fuera de España, es decir en Bruselas, por el sector más radical del independentismo, sería el recomendar a las defensas más próximas a sus intereses, es decir las de Jordi Sánchez, Rull y Turull, y quizás también a la de Cuixart, que propicien un enfrentamiento frontal con el presidente del Tribunal que culmine con la expulsión de la defensa. Este gesto podría tener otros seguidores con lo que el juicio al Procés se iría al garete y comenzaría en Cataluña  de nuevo un clima de malestar creciente azuzado por los independentistas. Sea cual sea la sentencia del Tribunal esto parece importar poco a los encausados ya que, con todo probabilidad, intentarán acusar al tribunal de parcialidad iniciando una campaña internacional en contra que les lleve al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. Es decir, llevar a Europa el problema. 

Los independentistas siguen ganando la partida. Han conseguido que crezca el nacionalismo español más rancio; que Ciudadanos abandone su línea centrista para apuntarse junto al PP en posturas más derechistas; han roto el poder de los Comunes en Cataluña haciendo que Podemos retroceda de forma importante y ahora de lo que se trata es de devorar al PSOE para impedir cualquier salida federalista al llamado problema catalán. Estas elecciones se juegan en clave nacionalista, un nacionalismo de derechas o de  ultraderecha, según se vea, algo que a las fuerzas de la izquierda nunca les ha producido especial atracción. Por lo que parece no hay  mejor cosa para resucitar a los muertos que mentar a los viejos fantasmas.

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