Muy probablemente las elecciones
generales del día 28 abril van a cambiar el panorama político español. Las
últimas encuestas ya señalan en esa dirección y los líderes de los partidos políticos
se posicionan por lo que pudiera pasar. Nadie duda que el ganador claro de las
elecciones va a ser el Partido Socialista Obrero Español pero de ahí a que pueda
gobernar hay un abismo. Por lo que parece PSOE y Podemos podrían no sumar y una alianza postelectoral que no se descarta sería la formada por el Psoe, Ciudadanos y Pnv
pero está formula tiene dos problemas: que Ciudadanos no parece
estar dispuesto y que Podemos ya ha anunciado que si de ellos dependiera no
cuenten con su abstención pues votarían en contra, es decir le darían el
Gobierno a la derecha más contumaz. Así las cosas, por lo que parece podríamos estar abocados
a un Gobierno PP-Ciudadanos-Vox, una copia de la fórmula andaluza que se
proyectaría también en gobiernos autonómicos y ayuntamientos con lo que el mapa
político español daría un vuelco importante.
En Cataluña, si nos fiamos de los
sondeos, parece que ERC ganaría las
elecciones seguido a distancia de
Ciudadanos. El partido del huido Puigdemont bajaría notablemente y sus
votos se irían a reforzar a la Cup que volvería ser una fuerza política
importante a la hora de decidir alianzas de gobierno. Y el independentismo no
deja de sumar adeptos, lentamente, pero sube. Y lo hará en mayor medida si se cumplen
los vaticinios de un gobierno con la extrema derecha a nivel nacional. Eso es
lo que está esperando el sector independentista catalán. Cuanto peor mejor.
Romper la barrera del 50 por ciento y encaminarse hacia lo que Iceta ya
anunció: una Cataluña con un 65 por ciento de votantes independentistas que
haga realidad el sueño de la independencia. De esta manera Cataluña tendría un
mayor apoyo internacional para sus fines, que no son otros que separarse de
España. Estamos hablando a corto plazo. Tan es así que ya hay quien sopesa la
posibilidad de acelerar al máximo el proceso y dinamitar el juicio que se sigue
en el Tribunal Supremo en contra del intento independentista unilateral, en el
caso supuesto de que se constituyera un gobierno de derecha extrema que trajera
regresión en las leyes más importantes y viniera así a avalar el mantra tan
extendido por los independentistas de que España no es una democracia plena. Si
a eso unimos una actitud dura con el gobierno catalán, sea a través de la vía
155 o de otras medidas, que acrecienten la brecha separatista con el Estado
español, entonces veríamos crecer de
nuevo el independentismo en Cataluña a la manera en que lo hizo con el gobierno
Aznar.
La campanada para esta nueva estrategia diseñada fuera de España, es
decir en Bruselas, por el sector más radical del independentismo, sería el
recomendar a las defensas más próximas a sus intereses, es decir las de Jordi Sánchez,
Rull y Turull, y quizás también a la de Cuixart, que propicien un
enfrentamiento frontal con el presidente del Tribunal que culmine con la
expulsión de la defensa. Este gesto podría tener otros seguidores con lo que el
juicio al Procés se iría al garete y comenzaría en Cataluña de nuevo un clima de malestar creciente
azuzado por los independentistas. Sea cual sea la sentencia del Tribunal esto
parece importar poco a los encausados ya que, con todo probabilidad, intentarán
acusar al tribunal de parcialidad iniciando una campaña internacional en contra
que les lleve al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. Es decir, llevar a Europa el
problema.
Los independentistas siguen ganando la partida. Han
conseguido que crezca el nacionalismo español más rancio; que Ciudadanos
abandone su línea centrista para apuntarse junto al PP en posturas más
derechistas; han roto el poder de los Comunes en Cataluña haciendo que Podemos
retroceda de forma importante y ahora de lo que se trata es de devorar al PSOE
para impedir cualquier salida federalista al llamado problema catalán. Estas
elecciones se juegan en clave nacionalista, un nacionalismo de
derechas o de ultraderecha, según se
vea, algo que a las fuerzas de la
izquierda nunca les ha producido especial atracción. Por lo que parece no hay mejor cosa para resucitar a los muertos que
mentar a los viejos fantasmas.
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