sábado, 11 de abril de 2020

DE PESADILLA


Apresúrense, políticos del mundo. Dense prisa, científicos de todo el planeta, en encontrar pronto una vacuna que aleje de nosotros el coronavirus, porque si no lo hacen cuando queramos salir de nuestro encierro será demasiado tarde. No sé si ustedes se habrán dado cuenta pero los humanos estamos perdiendo peso frente a la naturaleza. Otras especies han comenzado a sustituirnos.


Los camellos corretean por las desiertas playas de Marruecos, hasta ahora invadidas por el turismo. Los jabalíes han bajado a las ciudades y se pasean por sus calles desiertas. Igual que los pavos reales, los zorros, los ciervos y hasta los ornitorrincos. Los delfines nadan en las cristalinas aguas de Venecia, hasta hace bien poco con olor fétido a cloaca. Y ahora les toca a los grandes mamíferos. Los osos ya han llegado a los jardines de las casas residenciales. Y hasta en una iglesia de París se ha visto un ciervo ante el altar mayor. Y es que los animales se están apoderando del mundo, cada vez más de ellos y menos nuestro.


Ha llegado su momento. Y, visto lo visto, no digo yo que un ciervo o un rinoceronte no lleguen en su día a ocupar la presidencia del gobierno. O que un buitre o una hiena no puedan desempeñar el puesto de jefe de la oposición. O que los escaños del Congreso se pueblen de bestias de todo tipo  que digan representar a su especie.


Un sistema planetario en manos del mundo animal con los humanos recluidos en sus casas pues si salen al exterior podrían ser exterminados.


Orwell fue un visionario, no solamente cuando intuyó un mundo de millones de personas encerradas en sus casas, teledirigidos desde grandes pantallas instaladas en sus salones y sin intimidad debido a un complejo sistema de micrófonos que detectan hasta su respiración y les espían en cada instante. Orwell también adelanto la rebelión de los animales hastiados de unos humanos absurdos que les hacían la vida imposible. Un mes, tan solo un mes, confinados, y las primeras especies animales ya se han atrevido a introducirse en nuestro hábitat natural, en nuestras ciudades de cemento, para ocuparlas.


Un nuevo mundo, habitado por animales y regido por robots, con los humanos confinados, convertidos en esclavos de las máquinas y de las bestias. 


Me despierto sobresaltado y sudoroso. He tenido una horrible pesadilla. Me levanto, me ducho, desayuno y salgo a la calle como cada día. En el exterior no se ve a nadie, no pasa ni un coche, la gente no se reúne en las paradas de los autobuses, las calles están desiertas. Algo están pasando. Algo terrible. Mi pesadilla se está haciendo realidad. 

Regreso apresurado a mi casa. Pongo la televisión. Veo imágenes de desolación en los hospitales. Pero también a los grandes machos cabrios enfrentándose a aquellos que rompen el confinamiento, arremetiendo violentamente contra ellos hasta hacer que desistan de su empeño y regresen a su encierro.


Todo esto ha tenido lugar en mi mundo de pesadilla pero las imágenes y hechos que acabo de relatar, todo ello es cierto, ya se han producido.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario