miércoles, 18 de marzo de 2020

EL PÁNICO Y LAS CIFRAS


Esta guerra en la que estamos combatiendo para derrotar al coronavirus es un tanto peculiar. Luchamos contra un enemigo invisible. No vemos a los muertos en el campo de batalla, al igual que ya ocurrió en Vietnam o Irak, las autoridades se cuidan mucho de mostrarnos féretros, entierros o sufrimiento. Es sobre todo una guerra de cifras. Datos estadísticos, que a través de los grandes medios de comunicación llegan a los ciudadanos del mundo, la mayoría enclaustrados en sus casas por decisión de sus respectivos gobiernos.  


El miedo ha cundido entre todos. Cuando pase esta pandemia- así es como la califica la Organización Mundial de la Salud- los dirigentes del mundo sacarán sus conclusiones. Sin duda, una de ellas será lo sencillo que resulta conducir a la población mundial como un gran rebaño asustado y desconcertado (así es como lo llamaba el sociólogo Pierre Bourdieu). Después de este encierro mundial en el que somos dirigidos a través de las pantallas de nuestro salón, al modo de aquella fantasía futurista escrita por Georges Orwell (“1984”), el mundo estará preparado para cualquier gran medida económica que se le pida. Es la doctrina del Shock que tan bien nos ha explicado la periodista Naomi Klein.


Cifras, ruedas de prensa, comparecencias a través de la pantalla de la televisión, unas sin preguntas de los periodistas, otras con preguntas, qué más da si todos siguen la partitura prevista. 

Hagamos una pequeña reflexión: según nos dice la OMS, el coronavirus salva al 97% de quienes lo puedan contraer y mata al 3%, generalmente gente de edad con alguna complicación previa. Parece ser que se trata de un virus estacional que va a estar con nosotros poco tiempo. Comparado con las grandes enfermedades mundiales por contagio, parece una broma. Tengamos en cuenta que sin necesidad de remontarnos a la gripe del 1918 que arrasó los hogares, diezmó las familias, y se llevó por delante a cerca de 50 millones de personas en todo el mundo, sin necesidad de acudir a estas cifras, repito, tan solo basta retrotraernos a unos años atrás para ver como la llamada Gripe A, que atacaba fuertemente a los más pequeños, mataba a una de cada cinco personas, llegando a contabilizar más de medio millón de muertos en el mundo. O la gripe asiática de los años 1958 y 1968, con 4 millones de víctimas. O el Sida, que ya ha pasado de los 35 millones de personas muertas.


¿Qué es lo que tiene el coronavirus para ser considerado como el enemigo mundial a batir, que se extiende por todo el planeta a gran velocidad? ¿Qué pasaría si no se hubiera dado la alarma mundial y el virus se cobrara sus víctimas sin más, como si se tratara de una gripe estacional más ? ¿Era necesario hundir la economía mundial y llevar el mundo al borde del caos? Sabido es que los dirigentes del mundo no son los más preparados ni los más inteligentes,  ¿es posible entonces que algún poder con más inteligencia y con un interés claro pueda haberlos manipulado haciéndoles entrar en pánico? ¿Por qué razón los periodistas de investigación de los diferentes medios de comunicación- que los hay- no se han planteado la respuesta a alguna de las muchas preguntas sin respuesta que rodean este tema? ¿Será que estamos todos bloqueados por las cifras, que el encierro nos está anulando las neuronas? ¿Desde cuándo existe esta gran preocupación por los mayores si estamos acostumbrados a irnos sin ruido, en nuestras casas o en hospital, como la cosa más natural del mundo? ¿Nadie ha visto la sanidad pública colapsada?. Es cierto que el coronavirus se puede cobrar en España unas miles de víctimas. Hay muchas otras enfermedades que lo hacen. Tan solo el cáncer se llevará por delante este año en la Unión Europea a más de millón y medio de personas. Unos 112.000 en España, según el Instituto Nacional de Estadística, y ello no ha impedido que los diferentes gobiernos hayan recortado el presupuesto de la investigación contra el cáncer y obliguen a nuestros mejores cerebros a salir de España para intentar buscar trabajo. Lo mismo que miles de médicos y enfermeras que se encuentran trabajando fuera de nuestro país. ¿De qué estamos hablando entonces?-


Estos días tan solo oigo hablar de cifras, veo gráficos y curvas amenazadoras, pero no escucho nada diferente al discurso único. Cuando este virus nos abandone los periodistas deberíamos de hacer autocrítica y los políticos también. Pero sobre todo los ciudadanos, cada uno de nosotros: los que nos abalanzamos con furia sobre los estantes de los supermercados; los que huimos despavoridos de los centros de contagio para irnos a refugiar a otros más agradables y  hasta, posiblemente,  a contagiar a quien no lo está todavía; los que caminamos con miedo por la calle embozados tras  nuestras mascarillas; todos los que hemos cerrado nuestros cerebros y no damos la menor cabida a la duda, a la reflexión o a la pregunta incorrecta.


¿Qué pasaría si mañana un país decidiera afrontar el coronavirus como un virus estacional más? ¿Se lo permitirían el pánico y las cifras?


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