Dice el presidente del Gobierno que se lo va a pensar. Menuda sorpresa y yo que creía que ya lo había hecho. ¿No habíamos quedado en que hace un par de meses les había confesado a su mujer y a un buen amigo su decisión? Que se va a pensar si se presenta o no a las elecciones generales del próximo año. Y dice que lo va a hacer teniendo en cuenta los intereses de España y de su partido. ¿Cuáles son los intereses de España? ¿Son los mismos para el que para mí? Los intereses de su partido parecen más claros: estar en el poder el mayor tiempo posible. Y ¿qué ocurrirá si los intereses de España no coinciden con los intereses de su partido? ¿O es que necesariamente han de coincidir? España, de nuevo España. España para todo y para todos.
Yo que ignoro cuales son esos elevados intereses patrios sin embargo si sé que los intereses de España tendrían que atender a los deseos del pueblo español y no creo que tengan mucho que ver con las últimas decisiones que ha tenido que tomar el presidente Zapatero acuciado por la presión de los mercados y del poder económico.
Deshojando la margarita
Si, el presidente está deshojando la margarita, mientras los grandes medios de comunicación intentan comunicar a los sufridos ciudadanos la inquietud de esa decisión, sin darse cuenta de que ese gran secreto que el presidente del Gobierno ha confiado a su mujer y a su buen amigo se ha convertido en un secreto irrelevante. Hoy mismo, al salir de casa, mi portero me lo decía. También la señora a la que hace años le compro el periódico; mi vecino, prejubilado a la fuerza; el tendero, y hasta el conductor del autobús lo comentaban. Qué más da que el presidente del Gobierno se presente o no a las elecciones generales si tan solo un milagro puede hacer que el o cualquiera de su partido las pueda ganar. Y los milagros, incluso para los creyentes, son algo excepcional.
La “baraka”
A mi juicio, Rodríguez Zapatero es producto de un trágico hecho fortuito (los atentados del 11M), y de una cadena de errores y de mentiras del gobierno de José María Aznar, como : involucrar a España en la invasión de Irak justificando la existencia de armas de destrucción masiva; la gran marea negra ocasionada por el buque Prestige frente a las costas gallegas; los ocultamientos en el accidente del Yak 42, o la gestión del atentado de Atocha dos días antes de las votaciones de marzo de 2004. Tan solo estos cuatro ejemplos bastan para justificar la movilización del electorado de izquierdas, incluso los más jóvenes, para dar la victoria electoral a José Luís Rodríguez Zapatero, un novato que días antes contaba lo que su madre le había dicho : "Hijo creo que vas a ser presidente”. Amores de madre que coincidieron con el vaticinio mejor informado de un banquero interesado, Emilio Botín, que creyó que había que apostar en el último tramo de la carrera electoral.
La madre de Zapatero y el banquero sagaz, tuvieron razón y Zapatero fue presidente. Muchos creen que si los atentados de Atocha no hubieran sucedido y el Gobierno del PP no hubiera gestionado tan mal aquellos dramáticos acontecimientos, la victoria de aquel joven leones no estaría tan clara. Se comenzó a decir, desde las propias filas del PSOE, que Zapatero tenía “baraka”, o lo que es lo mismo, que era una persona a la que la suerte acompañaba. “Baraka” o milagro, lo cierto es que pletórico de ilusión aquel joven político se vio a sí mismo como el elegido para conducir a España por el buen camino. Y lo primero que hizo fue congraciarse con su electorado. Abrazar a los actores y representantes del mundo de la cultura que le habían apoyado- “No os defraudaré”-, retirar las tropas españolas de Irak, y reconocer los matrimonios gays.
Hay una célebre frase de Alfonso Guerra pronunciada al poco de llegar el PSOE al poder en 1982: “A este país no lo va a conocer ni la madre que lo pario”. Y algo así debió de creer Rodríguez Zapatero que él podía hacer sin darse cuenta de que él no era Alfonso Guerra y que los tiempos tampoco eran los mismos Y todo lo que fue cambio y progreso en los primeros años del Gobierno de González-Guerra, Zapatero y de la Vega lo convirtieron en el Gobierno de Don Absurdo.
Don Absurdo
Sí, porque absurdo fue el decir que en España habría pleno empleo cuando comenzaban a aparecer los libros de importantes analistas anunciando el fin del trabajo en todo el mundo, fruto de las revoluciones tecnológicas que desplazaban mano de obra productiva, de las políticas neoliberales y de las tendencias liberalizadoras que permitían deslocalizar empresas y traer de los países más pobres la mano de obra barata. O los deseos expresados por la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario Internacional de terminar con el llamado Estado del Bienestar en Europa. Aunque tan solo hubiera sido por eso el joven presidente recién llegado al cargo tenía que haber escuchado a sus asesores que le advirtieron que aquel anuncio era muy optimista. Claro está, entonces nadie podía prever las dimensiones de la crisis mundial que años después iba a estallar, comenzando en los Estados Unidos y contagiando a toda Europa.
¿Quién iba a decirle al presidente de la “baraka” y del milagro que él no tenía razón? El, que contra todo pronóstico había llevado al socialismo de nuevo al poder en España. Entonces no se dio cuenta de que la suerte tan solo aparece en contadas ocasiones y que entonces ya comenzaba a abandonarle. Tampoco se percató cuando, sin tener en cuenta los intentos anteriores de llegar a una negociación con ETA, en la que habían fracasado tanto Felipe González como José María Aznar, el intrépido Zapatero, creyéndose una persona singular, se lanzó en picado a unas conversaciones de las que salió trasquilado, llegando a anunciar públicamente que ETA pronto dejaría de matar. Todavía no se habían apagado en la prensa los ecos de aquellas declaraciones del presidente Zapatero cuando se produjo el atentado de la T-4 en Madrid. Decididamente aquel presidente que se creía elegido para la gloria estaba patinando.
Para contrarrestar estos tropezones comenzó a hacer toda una serie de anuncios de política social: La ley de Dependencia, una de las más ambiciosas y mejor recibidas (algunas autonomías del PP se encargaron pronto de boicotearla); los 2500 euros por niño nacido, que alcanzó tanto al hijo del millonario para quien nada significaba esta ayuda, como al hijo del obrero más necesitado; los 400 euros de deducción en el IRPF, también con carácter general.
Falso optimismo
España tenía superávit y había que repartirlo entre todos, sin excepción. Cuando esto sucedió otras voces aconsejaron guardar para cuando vinieran mal dadas, pero chocaron contra el optimismo y la ceguera del presidente. Optimismo y ceguera que ya se hicieron tristemente célebres cuando estalló la crisis mundial, primero con la quiebra de importantes empresas de seguros y del sector bancario en los Estados Unidos. Entonces Zapatero apareció en la televisión tranquilizando a todos los españoles y felicitándose porque todo aquello que hacía tambalear a la economía financiera mundial no pudiera llegar a España porque, como decía el hombre tranquilo sentado en la Moncloa: “Hemos hecho bien nuestros deberes” y la fortaleza del sector financiero español no se iba a dejar contagiar por el arrastre de la caída del modelo neoliberal.
Claro que llegó. Naturalmente que llegó, arrasando a su paso a los más débiles. El huracán financiero no perdonó a España sino, que muy al contrario se cebó más en nuestro país en donde la burbuja inmobiliaria había crecido gracias al crédito desmedido y a una economía heredada que los socialistas mantuvieron y defendieron como señal de progreso. Comenzaron las suspensiones de pagos en cadena y el paro aumentó hasta cifras alarmantes, superando el 20%. Aun entonces el optimista e impenitente presidente, seguía negando la crisis, dando fechas para la pronta salida y hablando de los “brotes verdes” que ya comenzaban a verse. Tan solo en su imaginación. En esos días el libro más vendido en España fue “El Crash del 2010”, del catedrático Santiago Niño Becerra, en el que se anunciaba que lo más duro estaba todavía por venir. Vaya, que el presidente no daba ni una.
La puesta en marcha del llamado Plan E, para dar ayuda a los más necesitados resultó un fiasco, ocasionando un gasto de 5.000 millones de euros para obras irrelevantes y poco útiles. Plan para hoy, hambre para mañana.
Los Expedientes de Regulación de Empleo de multiplicaron en un año por 600. Hombres y mujeres con más de cincuenta y dos años se iban a sus casas con gran parte del sueldo a sentarse en un sillón, ponerse el chándal y dar paseos por los parques públicos. Viva la sociedad del bienestar. Los sindicatos mayoritarios incentivaron y apoyaron estas medidas en tiempos de crisis.
La conspiración de los mercados
Finalmente, ya sin su “baraka”, el presidente Zapatero se vio obligado a reconocer la terrible realidad de la crisis pero, eso sí, denunció que era víctima de una conspiración de los mercados financieros, que primero habían ido a por Grecia, después por Irlanda e intentaban hacer que los PIGS (las siglas de Portugal, Irlanda, Grecia y España) cayeran uno tras otro. Con conspiración o no, Zapatero volvió una vez más a comparecer ante la televisión para anunciar lo que Europa y el Fondo Monetario Internacional le exigían llevar a cabo: duras medidas contra las víctimas de la crisis y perdón, olvido y ayuda a sus causantes. Entonces, aquel presidente que dijo tener que aplicar las medidas a su pesar, perdió la oportunidad de salir por la puerta grande y hacerse perdonar sus anteriores errores abandonando el Gobierno y negándose a hacer de verdugo de las políticas de otros aplicando duras medidas antisociales. Y recortó por donde más dolía: a los pobres pensionistas; alargó la edad de jubilación; firmó acuerdos de empleo que propiciaron todavía más la temporalidad; elevó el desempleo juvenil por encima del 40%, y todavía hoy se anuncian medidas más duras, augurios que llegan primero desde los organismos internacionales y acto seguido son repetidos al pie de la letra por un gobierno socialista al que muchos creen ya de pacotilla.
Las encuestas muestran datos muy preocupantes para los socialistas: una pérdida de votos cercana al veinte por ciento; la posible pérdida del Gobierno autonómico en Andalucía y una desafección grande de los ciudadanos ante sus políticos. Tres de cada cinco españoles manifiestan que no les gusta ni Zapatero ni Rajoy como presidente de Gobierno. Pues vamos listos, porque todo el éxito de uno crece a la sombra de la tumba del otro.
Falsa expectación
¿Cómo comprender la expectación que ha despertado estos días el anuncio del presidente Zapatero acerca de su futuro? Su futuro se lo ha ganado a pulso. Por eso decía al principio del artículo que resulta totalmente irrelevante el hecho de que Zapatero se presente o no a las elecciones generales del 2012 y que salvo un milagro, que esperamos que esta vez no esté preparado por algún demonio, el socialismo tal y como lo conocemos hoy en España, desprovisto de la utopía, de la voluntad de cambio, actuando como meros administradores del sistema económico mundial, va a desaparecer por mucho tiempo.
No, que nadie se asuste, no va a pasar nada. Tendremos más ex presidentes en consejos de administración con sueldos de 177.000 euros anuales por acudir de vez en cuando a una reunión, además de su estatuto y prebendas contempladas en la ley; más ex diputados con su jubilación ganada en tan solo ocho años sentados en sus escaños; miles de teléfonos móviles y tarjetas oro, cientos de coches oficiales, todo a cargo del contribuyente, es decir de nuestros bolsillos maltratados por aquellos que no han tardado mucho en abandonar lo que un día fue un sueño de quienes les votaron, por aquellos que pronto han dejado de pensar que luchar por conseguir un mundo más justo era posible y necesario.
Y llegarán otros mucho peores que estos, llegarán con el mensaje de que la herencia que les han dejado es tan mala que no tienen más remedio que proceder a nuevos ajustes, ajustes eso sí sobre las espaldas de los más débiles.
Los tres sobres
Y se cumplirá la regla de los tres sobres ya conocida entre aquellos que llegan a sentarse en el sillón del poder, que dice así: cuando uno llega a la mesa de su despacho se encuentra sobre ella tres sobres cerrados y una nota. La nota dice: “Cuando tengas un problema abre el primer sobre” El momento llega a los pocos días y el hombre o la mujer elegidos abren el primer sobre y leen “De todo lo que te ocurra échale la culpa a tu antecesor”. Y aparecen en la televisión contando a los ciudadanos lo mal que han encontrado todo (la teoría de la basura bajo la alfombra) y el pueblo lo entiende y asume el sacrificio que le piden. Pero no se arregla. Entonces el dignatario se ve obligado a abrir el segundo sobre y dentro de él encuentra un papel escrito con estas o parecidas palabras: “Échale la culpa a los tuyos”. Y comienzan los ceses y los cambios de gobierno. Y, por fin, el momento menos deseado, nuestro hombre o nuestra mujer ha de abrir el tercer sobre, más abultado que los dos anteriores, que para su sorpresa contiene otros tres sobre con una nota escueta que dice así: “Déjalos en la mesa para el siguiente”
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