RTVE vuelve a ser noticia. Esta vez no ha sido por el ERE que barrió de un plumazo a 4.150 profesionales, algunos de los mejores, y descapitalizó la radiotelevisión pública .
Tampoco es noticia por haber contratado al ejecutivo de más edad de todo el país, Alberto Oliart, como presidente de la Corporación, para demostrar que si bien sobraban 4.150 personas, cuyo mayor delito ha sido el haber cumplido los 52 años, se premia a un octogenario jubilado y se le encarga gestionar una de las empresas más deficitarias de España. Para ello se puso el reloj a cero, eso sí, a cuenta de los Presupuestos Generales del Estado que es tanto como decir del bolsillo de todas y de todos los españoles.
La artífice de la idea fue la entonces vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. Tiene gracia, la misma persona que pergeñó junto a los secretarios generales de UGT y de CCOO el ERE de RTVE; la misma que les concede dos puestos en el Consejo de Administración de RTVE (hasta entonces los sindicatos no estaban presentes en el máximo órgano de decisión de la radiotelevisión pública) y quien retira la publicidad de RTVE pone al frente del proyecto a un vetusto director general, que no hace otra cosa que aumentar considerablemente la deuda cada año y para colmo, a pesar de contar con más de seis mil trabajadores, no consigue que un programa de estudio como “Las mañanas de RTVE” o “España Directo” lo puedan hacer los trabajadores de la casa.
Y de nuevo las productoras. Entre los más favorecidos aparecen nombres como el de Jaume Roures, quien se dice amigo del presidente del Gobierno. Roures se hace con importantes parcelas en el área de servicios y de programas poniendo unidades móviles, produciendo programas que habitualmente eran de producción propia, provocando la queja de los trabajadores de RTVE que de nuevo ven como les falta el trabajo para que el bueno de Roures se lleve al menos 140 millones de euros cada año. Y el viejo director no dice ni mú. Y cuando finalmente cambian las tornas dentro del PSOE y es otra gente la que se encarga de intentar enderezar los entuertos, con Rubalcaba al frente, se destapa el pastel en RTVE: a Oliart no se le ha ocurrido mejor solución para afrontar el déficit público de la empresa que dirige que buscar un trabajo para su sobrina dándole un puesto directivo a su lado o contratar de nuevo los servicios para realizar las “Mañanas de TVE”, esta vez no con Roures sino con una empresa de Telefónica (ahora Movistar) que dirige su hijo Pablo Oliart. Acierto tras acierto.
Ahora Oliart padre dice que se va (no sabemos si su sobrina hará lo mismo o su hijo renunciará al contrato de 1,2 millones de euros) y que lo hace por motivos personales. Ignoramos qué opinión le merece a Fernández de la Vega ver como otra de sus ideas se ha transformado en un fiasco aunque a decir verdad, no es necesario llegar a vicepresidente de Gobierno o estar en el Consejo de Estado para advertir un final como este o parecido.
Dice el refrán:“otro llegará que bueno le hará”. Hasta ahora en la radiotelevisión pública casi siempre se ha cumplido. Desde que a los directores generales se les nombra en despachos oficiales con intereses en productoras de televisión, unas veces del PP y otras del PSOE, la radiotelevisión pública se desangra mientras determinadas productoras se llenan los bolsillos. Y todo con dinero público.
El día que se investiguen de verdad los tejes y manejes de RTVE el caso de la SGAE va a ser cosa de risa.
Desde la transformación del Ente Público de RTVE en Corporación, que es tanto como decir desde que se ha producido el saneamiento contable de RTVE, hace apenas cuatro años, podemos afirmar dos cosas: que no ha habido ningún presidente de la Corporación que haya cumplido su mandato de seis años y que desde entonces la radiotelevisión pública ha vuelto a tener números rojos. Para ese viaje no hacían falta alforjas.
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