Helicópteros de la policía vuelan sobre el cielo de
Atenas; los políticos están más alterados de lo habitual; los teléfonos no
paran de sonar en dirección de Grecia hacia Bruselas, de Bruselas a Alemania;
el pánico ha comenzado a cundir en los mercados financieros y la bolsa
internacional se apunta grandes pérdidas mientras el común de los mortales se
pregunta: ¿qué está pasando en Grecia?
¿Ha habido un
golpe de Estado? No. ¿Algún atentado terrorista? Tampoco. ¿Qué ha sucedido
entonces? Que se han anticipado las elecciones generales para el día 25 del mes
de enero y que resulta probable que los ciudadanos decidan cambiar
mayoritariamente su voto. Y eso para aquellos que están acostumbrados a manejar
a su antojo las voluntades de la ciudadanía- la llamada Troika- no resulta ni
aceptable ni concebible. Hay que poner en funcionamiento los altavoces del
miedo. Decirle a los griegos lo que tienen que hacer, lo que no deben de hacer,
lo que razonablemente deben de votar, que no son a otros que a los que venían
votando hasta ahora, la alternancia en el poder entre la derecha y los
socialistas, es decir a los cómplices naturales del desastre en el que el país
se halla sumido.
Los ciudadanos
están más que hartos de escuchar sandeces tales como que han sido ellos y su
modo de vida quienes se han cargado el sistema económico llevándolos a la
debacle. Quizás por esto han escuchado otras voces, como la de Syriza, un
Podemos a la griega, con el mismo origen, la izquierda tradicional dirigida por
gente más joven, más harta, menos dócil.
Todo un test, este
del día 25 de enero en Grecia, para ver hasta donde están dispuestos a llegar
los ciudadanos con su votos y hasta donde las instituciones para permitir o no
un cambio de rumbo en Grecia. Primero se les aplasta con duras medidas
económicas y ahora se les quiere negar el derecho a ser libres a la hora de
votar con la campaña del miedo que ya se ha desatado. Le llaman democracia y no
lo es. O mejor, si lo es cuando coincide con los intereses de los más
poderosos. Una democracia menor, figurada, dirigida, todo pero sin el
pueblo.
En otro
tiempo las hordas bárbaras eran las germánicas mientras que la cultura, el
progreso y la civilización crecían en Grecia extendiéndose por ambas
orillas del Mediterráneo. Hoy renacen los viejos estigmas de quienes entraron
en Roma aplastando aquella civilización bajo los cascos de sus caballos; de
quienes extendieron el nazismo por Europa llevándola a una Gran Guerra Mundial
con millones de muertos y el salvajismo de que hicieron gala en los campos de
concentración; de los mismos que hoy intentan pisotear la democracia y hundir a
gran parte de los países europeos bajo la bota de Bundesbank. Sí, porque para
muchos ciudadanos europeos la llamada política Merkel no es otra cosa que la
obediencia a los dictados de la gran banca alemana, la que inspira toda la
política de recortes que amenaza la supervivencia de la clase media europea, el
fin del trabajo con derechos que tantas muertes y sufrimientos costaron a
nuestros padres en el siglo pasado. El fin de la Sociedad del Bienestar. Por
donde pasan los bárbaros no vuelve a crecer la hierba. Y de eso se trata ahora,
de evitarlo.
Los ciudadanos
griegos, portugueses o españoles van a comenzar a responder a la utilización de
la crisis económica por los grandes organismos internacionales utilizando para
ello no la violencia en la calle sinó su legítimo derecho al sufragio
universal, al voto. Y lo harán primero en Grecia, más tarde en España, después
en Portugal. La primera cita el próximo día 25 de Enero en Grecia. El favorito
no es un grupo antisistema, ni la ultraderecha nazi de Amanecer Dorado, no, es
tan solo un partido de izquierdas llamado Syriza, democrático y plural, que
posiblemente cuente con el apoyo para gobernar. Eso sí, de otra manera. Si los
dejan.