Los dos partidos políticos mayoritarios escenifican estos días a través de los medios de comunicación un enfrentamiento acerca de la libertad de información en la televisión pública del estado. Todo comenzó con unas afirmaciones de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, en el programa “Los desayunos de TVE”, al acusar a esta cadena de manipulación y falta de independencia. La respuesta de la presentadora y conductora del programa, Ana Pastor, así como la de alguno de los invitados al coloquio, en defensa de la libertad en la televisión pública, animó el debate al que hoy se ha sumado un ex director de los Servicios Informativos de TVE en la era Aznar, Alfredo Urdaci, con estas palabras: “¿Libertad? Me entra una risa que me descoyunto”
Una afirmación muy afortunada porqué somos muchos los que nos descoyuntamos. Nos descoyuntamos cuando el PP o el PSOE hablan de libertad de información, ellos que tanto han contribuido y contribuyen a que no exista. Y nos partimos el espinazo al ver como Urdaci resurge a través de Twitter o desde Guinea Ecuatorial en donde se encontraba a las órdenes de “el Pocero” vendiendo pisos. El, que nunca ha sido precisamente un modelo de defensa de la libertad cuando era Director de los Servicios Informativos y del telediario más visto en TVE. Sí, nos descoyuntamos de risa
Y también nos descoyuntamos cuando oímos a determinados profesionales de la televisión pública defender y hablar de libertad, porque no creo que podamos decir que tenemos una televisión pública imparcial en donde sus profesionales desempeñan con total libertad su trabajo, aún cuando nos encontremos a años luz de aquella dirigida por Alfredo Urdaci, quien llegó a ser condenado por un tribunal. Esa pluralidad y ecuanimidad de la que se habla es meramente interpretativa y desde luego, en boca de los dirigentes políticos hace que hasta el propio Urdaci se descoyunte, pues han sido y son precisamente ellos - PP y PSOE - quienes manipulan a diario la televisión pública. Lo que ocurre es que nunca les parece suficiente.
Lo peor de todo es que los directivos de TVE parecen no sentirse muy incómodos de ser manipulados. Manipulación es saltarse a la torera la libertad de información para, cronómetro en mano, convertirse en amanuenses de los dos grandes partidos políticos, los mismos que deciden en el parlamento el nombramiento del Presidente de la Corporación RTVE. Y desde luego no podemos hablar de imparcialidad en la información de TVE, por mucho que Ana Pastor lo defienda y por mucho que esta buena periodista lo haga suyo cada mañana en su programa. Si la televisión pública fuera imparcial tendría que llamar a las cosas por su nombre y decir a los ciudadanos todo lo que estos tienen derecho a conocer sin ocultar determinados aspectos incómodos al poder. Es decir hacer una información neutral y no ocultar o maquillar aquello que los políticos, del PSOE, del PP o de otros partidos políticos, les interesa desfigurar. O lo que es lo mismo, como decía un viejo profesor de periodismo a sus alumnos: “trabajen, ustedes trabajen como si fueran libres”
El presidente de RTVE, Alberto Oliart, definía al periodista Juan Cruz su idea de libertad de información de esta manera: “Se basa en el equilibrio y para eso no hay que estudiar”. Su director de informativos le apoyaba: “Presentamos las dos versiones siempre, que juzgue el que lo ve”. Como no podía ser menos , uno y otro, tuvieron su respuesta desde la Asociación de la Prensa de Madrid en la pluma de Fernando González Urbaneja, quien les recordaba que el periodismo, eso para lo que el señor Oliart decía que no se precisaba estudiar, es algo más que equilibrio: “El periodismo , el buen periodismo, tiene alguna exigencia adicional de comprender, investigar, distinguir, sopesar…En resumen, trabajo intelectual inseguro, inexacto, arriesgado que requiere preparación, estudio, intuición, oficio y profesión” decía el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, cosas en las que ni el PP, ni el PSOE , ni por lo que se ve los máximos responsables de la televisión pública creen, porque si fuera así a lo primero que tendrían que negarse es a enviar a sus periodistas a hacer bulto en determinadas ruedas de prensa en las que los políticos no les permiten hacer preguntas, es decir desempeñar libremente su trabajo; o negarse a dar como información propia aquella que ha sido elaborada por los gabinetes de prensa del PP y del PSOE en campaña electoral. Estos no son ciertamente buenos ejemplos de libertad de información. Ni tampoco la forma que tiene la televisión pública de entender el pluralismo. Como diría González Urbaneja “un testimonio del portavoz del gobierno, otro de la oposición, todos ellos con los mismos segundos…No es periodismo, es otra cosa que no hace falta calificar por evidente”
Y este juego consentido y compartido tanto por el PP como por el PSOE y TVE es lo que ha llevado a la disputa mediática acerca de la libertad de información en TVE. A todos ellos se les tendría que caer la cara de vergüenza. Defender la libertad de información corresponde a quienes la hacen cada día, entre ellas a Ana Pastor y todos sus compañeros y compañeras, frente a todos aquellos , políticos, banqueros, asesores, sindicalistas, y una larga lista difícil de enumerar que pretenden convertir el periodismo en su pesebre particular.
Y es, sin duda, la nostalgia de esos tiempos pasados en los que periodistas tan imparciales como Alfredo Urdaci o María Antonia Iglesias dirigían la información en la televisión pública lo que lleva a María Dolores de Cospedal a intentar recuperar este modelo frente a los intentos, no siempre exitosos, de los profesionales de TVE por hacer una televisión libre e independiente de los partidos políticos
Son muchos los periodistas que, tanto en la televisión pública, como en las privadas, en las radios o en la prensa escrita se esfuerzan cada día por hacer bien su trabajo. Por ser neutrales y ofrecer al ciudadano una buena información. Y por hacerlo se quedan en la calle o son relegados dentro de sus propios medios. Ellos saben muy bien lo que es carecer de libertad a la hora de hacer la información. Lo sufren en sus carnes todos los días. Otros, han desistido y se han plegado a las exigencias de sus propios medios, presionados estos por las maquinarias de los partidos políticos o del poder económico. Y, una gran mayoría, tienen un trabajo tan precario y tantas necesidades de tener un empleo que ante el miedo a perderlo se han convertido en obedientes y disciplinados periodistas. “El periodista tiene la pluma del medio para el que trabaja”, esta desafortunada frase, no por ello menos real, muestra el panorama.
Esa es la muerte del periodismo, al menos del buen periodismo y también una estaca clavada en el corazón de una sociedad democrática. El buen periodista es el que debe de denunciar todos los atropellos a los que el ciudadano y las instituciones se ven sometidos y su libertad está precisamente ahí. No en un debate entre profesionales de la televisión pública y representantes políticos sobre quien manipula más.
No, señores, los periodistas trabajamos en un ambiente de poca libertad, de gran presión, de gran precariedad y nuestro trabajo no es el que la sociedad merece y demanda.
Es loable que Ana Pastor se defienda, pero tendría que haberles señalado a ellos- a los responsables de las maquinarias políticas- como los primeros causantes de esta falta de libertad.
¿De qué libertad estamos hablando? Tan solo de aquella que permite a los grandes partidos políticos disputarse las tajadas del minutado como si se tratara de cuervos y buitres.