La Unión Europea, es decir Alemania, ha conseguido lo que
pretendía: demostrar al mundo que eso de la soberanía nacional es una solemne
estupidez que tan solo se creen quienes no la tienen, es decir, los griegos,
los portugueses, los españoles y los países del Este que están en la órbita
Merkel.
Una vez que han hecho que el nuevo gobierno griego renuncie a
lo que prometió en su programa electoral de renegociar la deuda, una vez que
los griegos se han sometido al dictador de la banca alemana, ahora se trata de infringirles
la mayor humillación posible y de llevar a los millones de griegos, que apenas
tienen para comer, de la pobreza a la miseria impidiendo que el nuevo gobierno
les pueda echar una mano como pretendía. Y no solamente eso, sino que como
castigo hay que volverles a bajar la pensión a los pensionistas que ya cobran
un 40% menos que antes de los recortes, impedir a que los trabajadores más
perjudicados se les pueda subir el salario mínimo profesional y propiciar las
privatizaciones de los puertos griegos que los grandes armadores, aquellos que
han sacado la fortuna de su país, puedan comprar a precio de saldo. Todo esto
no tiene nada que ver con que los griegos deban de pagar la deuda en su
totalidad y cumplir sus obligaciones con la Unión Europea. Esto más bien suena
a otra cosa bien distinta, ni más ni menos que impedir que ni Grecia ni ningún
otro país europeo se salga de las recetas de austericidio que tan malos
resultados ha dado y que han llevado a millones de europeos al sufrimiento y la
desesperación. O lo que es lo mismo, que nadie tenga derecho a probar otro
camino para salir de la crisis.
Sabido es que los más de 220.000 millones de euros del
rescate de Grecia se emplean en su totalidad para devolver a la banca alemana
las deudas más unos elevados intereses que crecen cada día. Nada de esto se
queda para el pueblo griego. Y a cambio de esos créditos-rescate Alemania y
Francia obligaron a una Grecia arruinada a firmar un contrato de compra de
armas de 45.000 millones de euros.
Grecia es un país estratégico para la seguridad de Europa, y
caer en manos de Rusia o de China supondría un mal de consecuencias
imprevisibles. Merkel juega con fuego y se puede quemar.