Un “siseñor” es como una langosta: se reproduce a gran velocidad, se protege entre el grupo y destruye todo lo que encuentra a su paso. Por esa razón hay que evitarles. Pero he aquí nuestro problema al comprobar que eso no resulta nada fácil pues el “siseñor” se multiplica a tal velocidad que cuando uno percibe su presencia ya resulta demasiado tarde.
Usted puede estar casado o casada con un “siseñor” y no haberse dado cuenta todavía; trabajar con un “siseñor”, en ese caso ya lo sufre en sus carnes y poco puedo yo contarle que usted no sepa; incluso aquellos que dirigen su país, poco importa el signo o color, pueden ser auténticos “siseñores”. En ese caso usted también sabe de qué estoy hablando.
Un “siseñor”, como su propio nombre indica, es un ser humano copiado a imagen y semejanza de aquellas mascotas de adorno que solían llevar los coches en su ventana trasera, en forma de animalitos, generalmente perros o gatos, que ante la menor brusquedad o frenazo bamboleaba su cabeza de arriba abajo. El “siseñor”, aún siendo humano, copia el gesto de estas mascotas y ahí radica su mérito. En decir siempre si aun cuando haya que decir no.
Gran parte de nuestra estructura social, empresarial y política está en manos de “siseñores”, por esa razón nos encontramos en esta orfandad política, ante esta incapacidad de enfrentar los graves problemas que tenemos.
Los “siseñores” responden a su tamaño: pueden ser pequeños o grandes. Cuanto más “siseñores” son mayores son también las prebendas que reciben, generalmente en forma de bonus, sueldos millonarios o comisiones. Porque el “siseñor” es ante todo un ser nocivo: nocivo para el grupo, nocivo para quienes le rodean y hasta nocivo para sí mismo. Los “siseñores” han desarrollado una gran capacidad de aferrarse a todo lo que pueden, por esa razón resultan tan complicado librarse de la plaga.
Se trata de buena gente, siempre con una sonrisa, que presumen de su propia debilidad, afables con el que tienen encima, inflexibles con el que está debajo, quizás por esta razón siempre están encima. Unos les llaman “ejecutivos nocivos”, otros “killers”, y quienes les mandan se refieren a ellos como “talentos”. Pero hay que tener poco para tener un cuello que tan solo se mueve en sentido vertical, ahora hacia arriba, ahora hacia abajo. Los “siseñores” no opinan, tan solo se limitan a hacer felices a su señor. Por eso están donde están.
Para que los “siseñores” existan ha habido antes que exterminar, laboralmente hablando, a la gente con juicio, experiencia y criterio. Y esto, en gran parte, ya se ha hecho. De ahí la gran carencia de cerebro en casi todo lo que nos rodea, hasta tal punto de no reconocer nuestra sociedad o afirmar, simplemente, que está del revés.
Caminamos no cabeza abajo sino con la cabeza baja, eso es lo que más le gusta al “siseñor”. Nuestras industrias son difícilmente competitivas, los trabajadores todos los días son despedidos y a nuestra clase política le falta capacidad de reflexión, si nos fiamos de los que dice Alfonso Guerra, y le sobra ineptitud, si lo hacemos de las palabras de Juan Luís Cebrían.
Por esa razón vamos cuesta abajo.
Unos lo llaman falta de competitividad, otros sometimiento al poder económico y todos hablan de la falta de personas que dirijan el país, las empresas, el gobierno, la Unión Europea. Es decir el barco está sin rumbo y el capitán está de copas. Por esa razón los “siseñores” se han hecho con los mandos.
Es como el chiste del avión estrellado.
Cuando van a rescatar la caja negra para averiguar lo que ha sucedido encuentran a un único superviviente: un mono. Le preguntan si ha visto al capitán, y el mono gestualmente responde que estaba tomando unas copas; le preguntan por la tripulación y el chimpancé hace un gesto apoyando ambas manos sobre un lado de su cabeza diciendo que estaban durmiendo. Horrorizados, los inspectores, le dicen al mono en donde se encontraba él en el momento del accidente para poder saber todas estas cosas y el mono se aferra a un volante imaginario y comienza a simular que pilota el avión. Eso es lo que nos está ocurriendo, estamos en manos de un mono y nos vamos a estrellar.
Solo cabe llamar urgentemente al capitán y que ocupe su puesto pero la realidad es más trágica que la ficción porque al capitán hace tiempo que lo han arrojado por la borda, así como a los pilotos. Por lo tanto solo nos queda el mono.
Y al mono lo mismo que al “siseñor” no se le puede pedir ni criterio, ni determinación. Estas cualidades son la criptonita del “siseñor”, lo que les vuelve débiles e ,incluso, puede llegar a exterminarles.
Dejemos, pues , que el “siseñor” eche a sus compañeros a la calle, que destruya la educación, la sanidad (naturalmente también hay “siseñoras”), que venda Repsol a precio de ganga al mejor postor, que privatice lo que quiera, y quiere mucho; o que supervise los textos de los periodistas de RTVE
“Siseñores” del PP, del PSOE, de CIU, de ERC, de CC.OO este texto ha sido escrito sin su supervisión. Si por casualidad encuentran en una de esas al mono que dirige todos sus movimientos, ya saben, flexionen bien el cuello: de arriba abajo.