miércoles, 24 de febrero de 2016

LAS TRES NEGACIONES DE PABLO



Ni de izquierdas ni de derechas. El “nuevo” movimiento será de todos o no será. De todos aquellos que luchen contra la corrupción, los recortes en sanidad y educación, la pobreza energética, los desahucios y los políticos profesionales constituidos en “casta”, en una nueva clase dominante. Y en esa noble causa no se rechazaba a nadie. Es decir, la ideología quedaba en el trastero pues Podemos se presentaba como el aire nuevo que este país necesitaba. Si porque, según decía el apóstol de este nuevo movimiento, el politólogo Pablo Iglesias, de lo que se trata es de derribar las viejas estructuras para que en su lugar nazca una nueva forma de hacer política. 

Eso es lo que hemos entendido la mayoría de los españoles y por esa razón se juntaron cinco millones de votos. 

Si el discurso hubiese sido más político, poner el énfasis en el derecho de la autodeterminación de los pueblos de España, en su derecho a decidir por encima de la Constitución o en como ocupar las estructuras de poder, controlando los servicios de inteligencia, los medios públicos de comunicación, el poder judicial y el poder político, les puedo asegurar a todos ustedes que el éxito electoral de Podemos en la pasadas elecciones no se habría producido. Y para afirmar esto no necesito ser politólogo, ni profesor destacado en una Universidad española, y  mucho menos uno de los líderes del movimiento Podemos. Tan solo me hace falta un poco de sentido común que creo que es lo que ahora le falta al grupo dirigente de este partido político.

No se entiende ese cambio de actitud de última hora. Ese afán de atrincherarse en la vieja forma de concebir la  izquierda, de perseverar en la necesidad de ocupar sillones en el gobierno, de defender los nacionalismos a ultranza. No se entienden estas tres negaciones de Pablo. Unos dicen que se trata de estrategia política, ya que él es una persona muy lista y sabe muy bien lo que hace. Otros le acusan de egocentrismo y prepotencia. Incluso existen también analistas que le ven más sibilino de lo común y aseguran que en el fondo todo lo que estamos presenciando estos días  no es más que una representación y que Pablo Iglesias y Pedro Sánchez ya hace muchos días que han llegado a un acuerdo y que se han repartido el poder a su antojo. 

Yo, como podrán leer en mis anteriores escritos, creo simplemente que no nos merecen. “Todos, al suelo que han llegado los nuestros” o “Que gane el peor” ya anticipaba lo que presumiblemente vamos a ver y a vivir. Unas nuevas elecciones con un electorado de izquierdas cansado y desilusionado y un electorado de derechas que intentará de nuevo llegar al poder para manejarlo a su antojo. En ese caso se cumpliría la peor de las profecías que no es otra que la llegada de la peor de todas las opciones, de nuevo, al gobierno.  ¿A quién creen ustedes que se lo tendríamos que agradecer?

miércoles, 3 de febrero de 2016

! QUE GANE EL PEOR !

Al menos eso parece que puede ocurrir si los pactos no prosperan. Ciudadanos, dice que se trata de un momento histórico y apuesta por la Gran Coalición, es decir: PP, PSOE y ellos mismos. Y asegura que nunca jamás- si eso es válido en la boca de algún político- apoyará un  gobierno en el que se encuentre Podemos.

Podemos, a su vez,, dice lo mismo de Ciudadanos: que de pactar con ellos, nada de nada. Y en medio de esta melé, el PSOE, o mejor sería decir Pedro Sánchez, intenta convencer a unos y a otros, a Ciudadanos y a Podemos, de que le apoyen, o al menos alguno de ellos se abstenga, en su investidura como presidente del Gobierno. Mientras tanto, el PP, agazapado, espera su momento, que no es otro que el del fracaso de los intentos del PSOE, para ofrecerse como el gobierno de “salvación nacional”.

¿Y qué decir de los nacionalistas? A la espera de sentirse imprescindibles y cobrar muy caro su apoyo o su abstención.

Con estas posturas encontradas, en la que lo que menos parece importar es el deseo de los ciudadanos de buscar un acuerdo que impida unas nuevas elecciones generales, a nadie se le oculta que el acuerdo es prácticamente imposible. Eso lo saben quienes participan en esta pantomima que no es otra cosa que el inicio de una cansina e interminable precampaña electoral en donde de lo que se trata es de desacreditar al contrario.

No parece importar que en esta peligrosa puesta en escena sean los llamados “partidos nuevos”, quienes de verdad paguen el pato y se vuelva al bipartidismo de siempre, ante el fiasco de que lo nuevo sabe a viejo.

De grandeza de miras, nada de nada. Pactar un programa de emergencia social, ni hablar. Cambiar de candidatos, es posible pero no probable. Ni siquiera parece que se vaya a cumplir la vieja “ley del electricista”: cuando un fusible se funde, apresúrate a cambiarlo por otro de semejantes características.
 
Con lo que nadie parece contar es con el desengaño que esto va a provocar en el electorado. Así que nos podemos ver,  a principios del verano, con una cita electoral en la que se dé una gran abstención.



En ese caso no hay más remedio que decir: ¡ que gane el peor!