Dicen hacerlo todo por el bien de
los ciudadanos y por eso hablan y actúan en nuestro nombre. Desde el PP hasta
Podemos, a todos los partidos se les llena la boca de democracia cuando se
trata de hablar en una tertulia de televisión o de hacer declaraciones a la
prensa. Dicen que se trata de lo nuevo frente a lo viejo y que esto último hay
que enterrarlo. Sin embargo no somos pocos los que tenemos la certeza de que no pasará mucho tiempo para que los nuevos vuelvan
a defraudarnos. Un colega de prensa, cuando se celebraban elecciones y ganaban
aquellos a quienes habíamos votado con tanta ilusión, repetía esta sabía frase: “! Todos al suelo, que llegan los
nuestros!”
Esa misma sensación es la que
tenemos estos días cuando vemos con perplejidad como los pactos se han convertido
en un reparto de sillas, sillones y hasta taburetes, en el tablero de la
política nacional. Pablo Iglesias, no duda en proponerse como vicepresidente de
un hipotético gobierno de coalición, mucho antes de discutir y pactar aquello
por lo que le votaron millones de ciudadanos. Pedro Sánchez, está dispuesto a
pactar con aquellos a quienes insultaba hace tan poco, después de haberles
negado una y otra vez. El PP, con su maquinaria de corrupción echando humo,
está agazapado a la espera del fracaso de los otros para investir a su
candidato, Mariano Rajoy. Tan solo una rara excepción, Izquierda Unida, conserva
los papeles, la serenidad, el sentido común y la decencia. Lástima que esta
formación política esté lastrada por su propia composición interna, por los
errores de su propia historia.
Ahora que todos se apresuran a
presentar encuestas futuribles sobre los resultados de unas posibles
elecciones, si el pacto resulta imposible, yo también tengo la mía. Aumentará
la abstención, subirán el Partido
Popular e Izquierda Unida, bajará Podemos y Ciudadanos y se mantendrá el PSOE.
Y con los nuevos resultados en la mano nos encontraremos en una situación
similar pero, eso sí, un poco más hartos de nuestros políticos, de los “nuevos “y
de los “viejos”.
Todo esto a quien más beneficia es
a los grandes medios de comunicación audiovisuales que son, en definitiva,
quienes han inventado el juego. Entretiene e indigna a los ciudadanos;
perjudica a la clase política y no inquieta lo más mínimo a quienes realmente
van a imponer sus reglas sin haber pasado por las urnas, que nos son otras que
las instituciones europeas y los grandes organismos internacionales.
Y, mientras tanto, en Cataluña,
un grupo numeroso de iluminados juegan a la independencia.