El futuro de la monarquía en España parece depender de un elefante. El 23 de febrero de 1981 se trató de un elefante blanco que se paseaba por todo el país, comía en las mesas de algunos políticos, visitaba la Zarzuela y estuvo a punto de tumbar la democracia. De una trompada aquel elefante blanco estuvo a punto de llevarse por delante la Corona. Nunca supimos quien se ocultaba tras aquel paquidermo. El Rey nunca nos lo contó y así volaron los rumores que todavía no se han disipado a pesar del paso de los años.
Otro elefante entró a formar parte de la familia real y como en cacharrería puso en gran aprieto a la infanta Cristina y a la Corona. Este si tiene nombre, se llama Urdangarín y se dedicó a pasar la bandeja por Comunidades Autónomas regidas por el PP, obteniendo millones de euros de forma indebida. Ahora el socio de Urgangarín dice que previamente el Rey realizaba unas llamadas a los presidentes autonómicos recomendando a su yerno. El juez tiene la última palabra.
No un elefante pero si una trompa real puso en un buen aprieto a la Zarzuela. Esta vez se trataba de los amores del Rey. El monarca se separó de la reina y permitió la entrada de su nueva pareja, Corinna, en los recintos del Estado, en el Palacio del Pardo, en donde esta reside o al menos residía hasta hace bien poco.
El alejamiento del Rey de determinados asuntos propios del Jefe del Estado y sus ausencias de actos oficiales o familiares se explicaban por los numerosos viajes de la nueva pareja fuera de España. La reina Sofía y el rey Juan Carlos aparecen juntos ante la galería pero ya hace años que no viven juntos. Y muchos nos preguntamos porque el Rey no deja sus obligaciones en manos de su hijo y se dedica a hacer lo que le venga en real gana. Pero el Rey intenta, de nuevo, estar en misa y repicando.
Finalmente el elefante de Botswana, que no era blanco ni negro, aburrido de servir de atracción turística en una reserva de África se ve perseguido por un monarca europeo que le dispara insistentemente hasta que el pobre dobla las patas y es abatido. Quien le iba a decir al elefante de Botswana que el cazador, horas más tarde, se iba a dar un gran trompazo en un escalón y a romperse la cadera.
El Rey patinaba de nuevo, conocidos son sus tropiezos. Todos los españoles se enteraron de que aquel que decía perder el sueño por la crítica situación económica que pasaba su país, perseguía a elefantes por las reservas africanas gastándose un pastón de los presupuestos del Estado en sus correrías particulares. ¿O acaso estas juergas las pagaban sus amistades?
El Rey patinaba de nuevo, conocidos son sus tropiezos. Todos los españoles se enteraron de que aquel que decía perder el sueño por la crítica situación económica que pasaba su país, perseguía a elefantes por las reservas africanas gastándose un pastón de los presupuestos del Estado en sus correrías particulares. ¿O acaso estas juergas las pagaban sus amistades?
Y se abrió la veda: ¿sabía el gobierno en donde se encontraba el Rey? Esta y otras preguntas rondan por los medios de comunicación mientras por las redes sociales la imaginación popular cuenta chistes de elefantes y de reyes o circulan escritos acerca de negocios ocultos, de novias ocultas, o de amistades peligrosas.
Eso, entre elefantes anda el juego.
Eso, entre elefantes anda el juego.