Crece y crece sin cesar. Hoy hemos sabido que tan solo los intereses de la deuda española ascienden al año a cerca de treinta mil millones de euros. Mucho más de lo que le cuesta al Gobierno mantener a los funcionarios, pagar las pensiones o el seguro de desempleo. La deuda crece mientras se merman los derechos sociales y laborales y se intenta arramblar con el estado del bienestar que ya se está convirtiendo en España en el estado del cabreo generalizado. Sobre todo si nos atenemos la última encuesta del CIS que refleja que el 88,6% de los españoles creen que la situación económica es grave o muy grave.
La deuda que asfixia a España y a otros países europeos es una soga que nos han puesto al cuello los responsables del gansterismo financiero internacional y sus comparsas, a saber: la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Europeo. No es usual este lenguaje en mí. Sé que me interno en la parrafada panfletaria y apocalíptica pero no se me ocurre algo mejor para expresar con claridad lo que a juicio de muchos está sucediendo.
En el año 2008, que es cuando estalla la gran crisis financiera en los Estados Unidos para contagiar a Europa, Goldman Sachs juega con fuego y lo cierto es que no solamente no se ha quemado sino que ha abrasado a paises completos. Primero haciendo de bombero incendiario, pues al mismo tiempo que parecía intentar capear la debacle financiera ocasionada por una política neoliberal desmedida, apostaba, en bonos negociables en el mercado , por el desastre europeo de determinados países ganando con ellos en esa ruleta diabólica miles de millones de dólares. Y hoy se presenta como uno de los grandes beneficiarios del gran negocio internacional de la deuda sin que ningún político o economista de prestigio denuncie a esta entidad financiera internacional ante los tribunales internacionales.
La deuda soberana se ha convertido en el gran negocio mundial a costa de enviar al paro a millones de personas y empobrecer a sociedades enteras. La banca española ha obtenido en los últimos meses 110.000 millones de euros de préstamos del Banco Central Europeo, al tiempo que aumenta sus comisiones , niega el préstamo a empresa y particulares, reparte beneficios entre sus accionistas y bonifica de forma millonaria a sus directivos. La banca española pide prestado al Banco Central Europeo a un interés del uno por ciento para financiar las deudas de los países en problemas al cuatro a cinco por ciento. Esos casi treinta mil millones de pesetas que el Gobierno español ha de pagar de intereses por su deuda revierten en la banca a la que a su vez el Estado ha engordado con cientos de miles de millones de euros. ¿Incomprensible? No. En absoluto. Sencillamente es que usted y yo somos unos completos idiotas.
El juego no tiene nada de complicado. Tan solo consiste en creer que los ciudadanos son fácilmente manipulables por los medios de comunicación, que forman parte del entramado, y que los políticos- ya sean Gobierno u oposición- seguirán el paso de la música que se toque en cada momento. Y así, mientras se saquean economías y sociedades completas para enriquecer a unos cuantos, los gánsteres, internacionales y nacionales, todos los tenemos ya en nuestros propios países, el común de los mortales, el que se niega a creer que todo sea tan perverso y maquiavélico, sigue confiando en que pronto pasará la tormenta y en pocos años las aguas volverán a su cauce, es decir, que volverá la calma para quienes poco o nada tienen.
¿Saben ustedes a cuánto ascienden los beneficios de la banca internacional o de la banca europea en el gran negocio de los intereses de la deuda? No, ni lo saben ni lo sabrán. Quédense tan solo con las subidas de las primas de riesgo, los presupuestos restrictivos que barren hasta los más mínimos logros sociales y el miedo que transmiten los Telediarios en manos de personas obedientes al sistema. Me refiero, claro está, al sistema de los gánsteres que tanto mal y dolor están causando a cientos de miles de personas.
Debo de recordar a algunos de mis lectores, los que me piden que minimice mi enfoque pesimista o alarmista que cuando hace años, no muchos, ya hacía estos o parecidos análisis en mis artículos o programas de televisión, ellos y ellas tomaban mi juicio como exagerado, pues bien, si de algo puedo culpar a aquellos que en su día me lo contaban, voces muy acreditadas en contra de la forma en cómo se estaba globalizando el mundo, y a mí mismo, es el de habernos quedado todos muy cortos, el de no haber sabido que todo aquello que algunos creían exagerado iba a ser superado en muy poco tiempo. Mi recuerdo, desde aquí, para el buen amigo, José Saramago, y el agradecimiento por su persistencia- el también nos advirtió pero pocos le escucharon- al decirnos que la democracia estaba desapareciendo ante nuestro ojos, y también por su hoy indispensable ensayo de la ceguera.
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