miércoles, 3 de febrero de 2016

! QUE GANE EL PEOR !

Al menos eso parece que puede ocurrir si los pactos no prosperan. Ciudadanos, dice que se trata de un momento histórico y apuesta por la Gran Coalición, es decir: PP, PSOE y ellos mismos. Y asegura que nunca jamás- si eso es válido en la boca de algún político- apoyará un  gobierno en el que se encuentre Podemos.

Podemos, a su vez,, dice lo mismo de Ciudadanos: que de pactar con ellos, nada de nada. Y en medio de esta melé, el PSOE, o mejor sería decir Pedro Sánchez, intenta convencer a unos y a otros, a Ciudadanos y a Podemos, de que le apoyen, o al menos alguno de ellos se abstenga, en su investidura como presidente del Gobierno. Mientras tanto, el PP, agazapado, espera su momento, que no es otro que el del fracaso de los intentos del PSOE, para ofrecerse como el gobierno de “salvación nacional”.

¿Y qué decir de los nacionalistas? A la espera de sentirse imprescindibles y cobrar muy caro su apoyo o su abstención.

Con estas posturas encontradas, en la que lo que menos parece importar es el deseo de los ciudadanos de buscar un acuerdo que impida unas nuevas elecciones generales, a nadie se le oculta que el acuerdo es prácticamente imposible. Eso lo saben quienes participan en esta pantomima que no es otra cosa que el inicio de una cansina e interminable precampaña electoral en donde de lo que se trata es de desacreditar al contrario.

No parece importar que en esta peligrosa puesta en escena sean los llamados “partidos nuevos”, quienes de verdad paguen el pato y se vuelva al bipartidismo de siempre, ante el fiasco de que lo nuevo sabe a viejo.

De grandeza de miras, nada de nada. Pactar un programa de emergencia social, ni hablar. Cambiar de candidatos, es posible pero no probable. Ni siquiera parece que se vaya a cumplir la vieja “ley del electricista”: cuando un fusible se funde, apresúrate a cambiarlo por otro de semejantes características.
 
Con lo que nadie parece contar es con el desengaño que esto va a provocar en el electorado. Así que nos podemos ver,  a principios del verano, con una cita electoral en la que se dé una gran abstención.



En ese caso no hay más remedio que decir: ¡ que gane el peor!  

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