Aquellos que fueron capaces de predecir el derrotero que estaba tomando el mundo: premios Nobel, analistas de gran prestigio, catedráticos e intelectuales preocupados por el sentido de la mal llamada globalización, se han quedado cortos. Fueron tachados de agoreros y de apocalípticos por muchos que hoy ya no dudan en acuñar la palabra “criminal” cuando se refieren a la economía financiera que lleva a la pobreza o al suicidio a los más débiles, a los más desesperados.
Paul Krugman, profesor de Economía en Princeton y Premio Nobel de Economía de 2008 se refiere a los protagonistas de la gran crisis económica como “saqueadores con mocasines”. Otro premio Nobel, esta vez de Literatura, el escritor José Saramago, antes de morir nos alertaba de lo que se nos venía encima, que no era otra cosa que el secuestro de la democracia.
Immanuel Wallerstein, académico e investigador de la Universidad de Yale y una de las mentes más lúcidas de nuestro tiempo iba más allá al predecir que cuando la democracia fuera secuestrada y los derechos sociales arrebatados, cuando la clase política pasara a un segundo plano y en su lugar se colocaran los representantes del poder financiero internacional, los ciudadanos ya estarían desarmados y serían muy pocos aquellos capaces de alzar la voz y si lo hacían esa minoría sería estigmatizada y perseguida. Este alarmante relato, más propio de la ciencia ficción, es parte de la realidad que hoy tenemos ante nosotros.
Krugman, Saramago y Wallerstein no se equivocaban. Ni tampoco otros muchos que opinaban y opinan de forma parecida, voces a menudo silenciadas en los medios de comunicación que trabajan en la formación del miedo y de la angustia de la población y no cumplen su función de alertar contra los peligros que acechan a las sociedades.
Grecia e Italia son dos buenos ejemplos de lo que está sucediendo aunque soy consciente de que no son multitud los ciudadanos- ya lo advertía Wallerstein- preocupados por el hecho de que sus representantes sean elegidos en las urnas o impuestos por el Fondo Monetario Internacional o la Unión Europea.
En el gobierno italiano no hay un solo político, todos sus miembros son tecnócratas elegidos en los despachos de las grandes empresas multinacionales que originaron la crisis. Ya en su día el catedrático de economía, Carlos Berzosa, nos decía que por no haber desarmado al poder financiero que originó la gran hecatombre estos se iban a comer a los Gobiernos y a los Estados. Y que no crea Alemania que está libre de caer en las garras de eso que llaman “mercados”.
Angela Merkel ha jugado el papel de caballo de Troya para hundir primero a los países mediterráneos y más tarde a su socio francés, pero Alemania está en la lista negra, en último lugar es cierto, pero de esta no se salva nadie. Europa y los Estados Unidos caerán como fruta madura y millones de ciudadanos con ellos, si no se le hace frente a la capacidad depredadora de las instituciones monetarias y europeas que capitanean la aniquilación de los derechos sociales y laborales en medio mundo. Con democracia no puede ser pues se encuentra en un estado tal de debilidad que no cabe esperar ninguna reacción una vez que nuestros políticos se han puesto en primer tiempo de saludo cuando otros han llamado a las puertas de sus países para violar todos los principios imaginables. Dio lo mismo que se tratara de la derecha o de la socialdemocracia quien hubiera estado en aquellos momentos en el poder, ambos reaccionaron con pavor ante las órdenes de las sociedades de calificación y riesgo. Por eso tenemos ya en Grecia y en Italia a gobiernos que no han pasado por las urnas.
Cada día se cruza la línea roja, se baten records de riesgo, se oculta la información necesaria a los ciudadanos y se avanza en la dirección que Wallerstein ha señalado recientemente al decir: “Yo veo guerras civiles en múltiples países del norte, sobre todo en Estados Unidos donde la situación es mucho peor que en Europa Occidental, aunque allá también hay posibilidades de guerra porque hay un límite hasta el cual la gente ordinaria acepta la degradación de sus posibilidades”
En España, para después del 20N, dirigentes del Partido Popular ya avisan de que nuestras calles se van a llegar de gente por las severas medidas de ajuste que se preparan, siempre en la misma dirección que ya saben ustedes muy bien cuál es: ninguna de ellas pasa por pedir que arrimen el hombro los que más tienen.
Y así, mientras a través de las televisiones se impregna a la población del miedo que otros crean, se oculta la realidad. Como nos decía el Roto en una de sus viñetas: “lo malo que tiene esta edad de oro de la comunicación y de la información es que no hay manera de saber lo que pasa”.
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