miércoles, 22 de febrero de 2012

EMPRESARIOS Y SINDICATOS

La reforma laboral ya está en marcha y por lo que parece es imparable. No voy a repetir lo que a estas alturas ya todo el mundo sabe, que los empresarios tienen las manos libres para tratar a los trabajadores como les plazca y a los más desabridos ya sabemos muy bien lo que les gusta, al menos ha dejado buena constancia de ellos el “cerebro” José Luís Feito, uno de los hombres fuertes de la CEOE al decir que habría que sacar el subsidio por desempleo a aquellos  que se nieguen a aceptar cualquier trabajo, aunque sea en Laponia.  En su ayuda ha acudido el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordoñez, quien lleva ganando suculentos sueldos a cargo de los gobiernos del PSOE y ahora del PP, el responsable de no haber regulado el sector bancario, de haber permitido las jubilaciones de oro, que ahora pide que todavía se rebajen más los salarios de los trabajadores. Naturalmente, no ha dicho nada del suyo. 

 Bueno, hasta aquí de poco hay que sorprenderse. Quienes hayan seguido la evolución de estos personajes ya no se rasgan las vestiduras. 

Tampoco es de extrañar que los primeros en echar a la calle a su gente con la nueva reforma en la mano, acometer bajadas del sueldo de hasta el cincuenta por ciento y someterles a más duras jornadas laborales, haya sido la patronal CEOE. Todo cabe en esta confederación patronal que todavía se declara insatisfecha con los recortes que el Gobierno está llevando a cabo, por cierto, muy en línea con sus peticiones. 

Lo que parece difícil de entender es que sean precisamente las centrales sindicales, UGT y CC.OO, quienes se hayan apresurado a hacer lo mismo con quienes trabajan en estas dos grandes organizaciones que dan empleo en España a cientos de trabajadores. ¿Acaso no salieron este fin de semana a la calle, en toda España, decenas de miles de trabajadores al llamado de estos dos sindicatos para oponerse a la reforma laboral? 

¿En qué quedamos? Si se trata de una mala reforma hay que intentar cambiarla, no aplicarla en tu propia empresa, comenzando a echar a gente a la calle, porque comienzo a pensar que los sindicatos se ven así mismos más como empresarios que como trabajadores, aunque eso sí, por lo que parece, más legitimados que otros para imponer la parte más dura de la reforma a su propia gente.   

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