lunes, 18 de junio de 2012

EL G-20, NERÓN Y SU ARPA


Hoy se encuentran reunidos en México los dirigentes de los veinte países más poderosos del mundo para intentar afrontar las consecuencias de la crisis financiera y encontrar una salida.  Este encuentro se produce en la mejor de las situaciones posibles, cuando Grecia ha conseguido un gobierno capaz de seguir las directrices de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional, sin embargo, a pesar de esta buena noticia, los países mediterráneos siguen siendo castigados por el insaciable mercado, España con una prima de riesgo que llegaba a los 590 puntos en su diferencial con el bono alemán y un interés para préstamos a diez años del 7,25%, una situación del todo insostenible.  

¿Qué quiere decir todo esto? Que los políticos más votados por los ciudadanos de las naciones más poderosas del planeta no tienen el poder real, que este ha sido y es suplantado cada día por el poder tecnológico y financiero y que todo lo que ellos hagan y decidan en Los Cabos (México) es papel mojado. Se trata tan solo de una representación. Lo mismo que las declaraciones del presidente Rajoy que rozan el sainete cuando dice que ha sido él quien ha presionado a Ángela Merkel; que no existe rescate; o aquellas promesas pronunciadas no hace tanto de que si ganaba las elecciones él y su gobierno iban a reducir el paro, la prima de riesgo y conseguir torcer el mal rumbo de nuestra castigada economía. No ha dado ni una. Y no es su culpa, como tampoco lo fue la de Zapatero: ambos son tan solo comparsas de una obra que ellos no han escrito ni por supuesto han decidido representar. 

Dice el presidente del Banco Central Europeo, que lo malo de los socios castigados por la deuda es que toman las decisiones mal y arrastras; también dice que hagan lo que hagan da igual pues su destino ya está escrito. Y Dragui sabe de lo que habla, no en vano ha sido él quien ha falseado las cuentas de Grecia, colaborando al hundimiento de ese país.

Es la hora de los enterradores y lo malo es que el cadáver todavía no sabe a qué hora va a ser enterrado. Mientras tanto va de aquí para allá,  asistiendo a las jornadas de la Eurocopa en Holanda o a las reuniones del G-20 en México, sin más orientación que la de un boxeador prácticamente noqueado a quien su entrenador y la afición anima cada vez que besa la lona.
Si es cierto aquello que dicen de que la economía es una cuestión de confianza estamos perdidos: ¿Quién va a confiar en unos políticos- ya sean los del PP o los del PSOE- que no ven más allá de sus narices? ¿Cómo confiar en las cifras de los Estados que falsean las cifras? ¿Acaso alguien se cree a estas alturas las deudas declaradas por las Comunidades Autónomas? ¿O las de la Banca española? 

Nadie cree a nadie, nadie se cree nada.  Y menos a los veinte dirigentes de las naciones más poderosas del planeta. Esa incredulidad es la que dispara el riesgo de los países, la que hace que la deuda y sus intereses alcancen cifras estratosféricas, mientras tanto ellos, los actores secundarios de este drama,  se entretienen en México, fotografiándose en grupo o pronunciando todo tipo de declaraciones.  No hay que olvidar que también Nerón tocó el arpa  viendo como se incendiaba Roma

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