Lo que comenzó como crisis
financiera en los Estados Unidos contaminó a Europa y pronto, debido a la debilidad
de los gobiernos de uno y otro signo, derivó en una importante crisis económica
que afectó a la economía real. De esta forma los grandes errores de la especulación
mundial la tuvieron que pagar empresarios y trabajadores, unos cerrando
empresas, los otros quedándose sin trabajo y precarizándose todavía más. La
economía real quedaba atrapada entre las mandíbulas del poder financiero y el
poder político se ponía a su servicio. Los ciudadanos pronto pudimos contemplar
como detrás de aquellas crisis, financiera y económica, se destapaban otras de
mayores dimensiones: la crisis social y la crisis moral.
Los avances en materia laboral conseguidos
con tanto esfuerzo en algo más de un siglo se perdieron con escasa resistencia
por parte de sindicatos, de los trabajadores y de los representantes políticos
de los ciudadanos. El telón se vino abajo y quedó al descubierto la gran crisis
de valores al comprobar que la mayor preocupación entre los ciudadanos de la
llamada zona euro no era otra que el mantenimiento del consumo desordenado. El
dinero conseguido a cualquier precio- el fin justifica los medios- se ponía por
encima de cualquier otro valor moral, claro está que hasta aquí no se había
llegado en un día sino que se precisaron años en los que se relegaron a los
mejores profesionales y trabajadores sustituyéndolos por jefes dóciles y
trabajadores baratos sin importar la calidad de sus trabajos ni el resultado de
los mismos.
Poco importaba que un Banco o una
Caja de Ahorros fuera dirigida por gente inexperta siempre y cuando contara con
la aprobación del poder político que distribuía a sus hombres en Consejos de Administración,
pagando su silencio y sus servicios con cientos de miles de euros al año o con
bonus millonarios. Así Rodrigo Rato, con nula experiencia financiera, llega a
Caja Madrid como presidente de la entidad financiera tras una guerra abierta en
el seno del PP entre Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy. Rato respeta las cuotas
de los diferentes partidos que se reparten el pastel. Y otro tanto le ocurre a
la Justicia que es parte el botín de esta partitocracia que sustituye a la
democracia (“le llaman democracia y no lo es”, se grita en las plazas y calles
españolas).
El Poder Judicial, el Tribunal Supremo
o el Tribunal Constitucional se reparten en cuotas de poder. Y siempre el mismo
denominador común: la obediencia debida a las consignas políticas de unos y otros.
La independencia quedaba enterrada. En los medios de comunicación ocurría otro
tanto lo mismo que en los organismos de control democrático: Defensor del
Pueblo, Tribunal de Cuentas, Banco de España, Mercado de Valores etc. etc.
Mientras el sistema democrático se
desmoronaba fueron muy pocas las voces que se alzaron contra aquel secuestro de
la democracia y aquellas que lo hicieron fueron silenciadas. El periodismo de
investigación pasó a convertirse en periodismo de hostigamiento obedeciendo a
los intereses políticos y económicos- unos se hicieron llamar Sindicato del
Crimen e intentaron derribar a un gobierno elegido democráticamente, cosa que consiguieron,
y los otros se alineaban en torno al grupo Prisa- perdiéndose todo atisbo de libertad
informativa.
Con la política, la justicia y
los medios de comunicación mediatizados el poder financiero encontró el terreno
abonado para hacerse con el poder económico, dictar sus propias leyes y hacer
que los ciudadanos pagaran por los errores de otros. Los ciudadanos estaban más
ocupados en consumir casas, coches, viajes, o todo tipo de prendas de vestir
engordando una gran burbuja, primero tecnológica y después financiera que los
llevaría al abismo. Y ahí es donde ahora nos encontramos.
¿De qué extrañarse cuando el
Presidente del Poder Judicial dice que “es una miseria” el haber falseado sus
gastos y pasar como comidas oficiales sus fines de semana en hoteles de lujo
con su amante bien armado, y si digo bien armado es porque lleva armas y posee una
medalla pensionada de la policía. Además comparte nombre con un mítico jefe
apache.
¿De qué extrañarse cuando vemos
como Rato y otros tantos hunden Cajas y Bancos obteniendo en premio millones de
euros a cambio? O los desorbitantes sueldos de los directores de medios de comunicación
o sus “estrellas” mientras el país se empobrece y aumenta el número de
suicidios entre quienes han sido despojados de lo poco que tenían
Lo que de verdad extraña todavía
es ver cómo millones de personas votan a quienes les recortan hasta lo más
mínimo, a quienes secuestran y pervierten la democracia, a quienes nos llevan al
abismo para arrojarnos al precipicio.
Ayer mismo se ha producido un
rescate y todavía no son pocos quienes quieren hacernos creer que se trata de
un préstamo estupendo para la banca y que ahora viviremos mejor.
Algún día alguien se preguntará qué
es lo que pasó en estos años en los que a los recortes sociales se les llamaban
reformas, o a los rescates préstamos; en los que la mentira y la infamia
estaban al orden del día; con el poder político, la justicia y los medios de
comunicación secuestrados y porqué hicimos tan poco por impedirlo
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