martes, 14 de abril de 2020

POBLACIÓN DE RIESGO


Me levanto como cualquier día pero yo sé que no es un día cualquiera. Para comenzar, decir que nos encontramos en el año 2025. Que  la pandemia del coronavirus sigue azotando el país y en todo el mundo los rebrotes de este u otro virus son constantes. La Unión Europea no existe, vista su inutilidad para resolver los grandes problemas globales ha dejado de tener sentido y, ante la desafección de la ciudadanía, se ha disuelto. Estados Unidos ha dejado de ser la primera potencia del mundo. En su lugar, Rusia y China, se han convertido en los amos del planeta. Y la video vigilancia, a través de la inteligencia artificial, es ya  un  hecho en todo el planeta, siguiendo el ejemplo chino.


Se ha implantado la renta universal pero es tan baja que la gente se muere de hambre. Existen grandes guetos, alrededor de las grandes ciudades, en donde se hacinan millones de personas. En nuestro país, han desaparecido más de dos millones de pequeñas empresas que se dedicaban al negocio de la hostelería. Tan sólo en Madrid han cerrado más de cien mil pequeño bares, para no volver a abrir jamás. En realidad este modelo de negocio, que duró tantos siglos, ha prácticamente desaparecido.


La gente apenas sale de sus casas y si lo hace es para ir a trabajar, aunque ha crecido mucho el teletrabajo, la teleeducación y la telecompra. Las consultas médicas se hacen a través de la red. Lo mismo que las consultas jurídicas. Ya no existen ni consultorios médicos ni despachos de abogados. Los cines han cerrado por falta de público y han crecido mucho las plataformas digitales que ofrecen todo tipo de contenidos. Lo mismo ocurre con los antiguos supermercados y mercados locales que han tenido que reconvertirse y ser absorbidos por las grandes cadenas de venta on line.


Aquel país de camareros y dependientes, enfocado al turismo, que era España, se ha transmutado en apenas dos años en un país de repartidores. Las calles están llenas de furgonetas, bicicletas y motos de reparto. El transporte público  predomina en las grandes ciudades en donde prácticamente no se puede ver ni un solo taxi.


Las mascotas se han multiplicado por diez. La industria de autolimpiadores de cacas de perro es muy floreciente, lo mismo que las clínicas veterinarios para todo tipo de animales: hay, al menos, una por cada mil habitantes. Y es que  se prima la mascota sobre el niño. El Estado da ayudas según el número de mascotas y la especie animal a la que pertenecen. Así, si usted tiene en su casa dos perros, un gato y un loro, cosa por lo demás bastante común, puede acceder a una ayuda de tipo M-4, por la que va a percibir un número de bonos de compra, canjeable en cualquier gran plataforma de alimentación o vestido, suficiente para cubrir su alimentación y la de toda su familia durante un mes.


Los niños y niñas apenas se ven. Por supuesto, no pisan las calles, en las que si se pueden ver a adultos paseando a sus perros, sus jabalíes, sus ratas o incluso los hay que exhiben como algo exótico, unos lagartos gigantes de México, que van reptando tras sus dueños. Y es que tener un niño no es rentable. Para eso hay que ser rico, tener mucho dinero, el que se necesita para alimentarlo, vestirlo, educarlo, o mantenerlo sano. Y si tenemos en cuenta que un niño no está subvencionado y una mascota sí, se puede comprender este cambio drástico hacia la mascota de compañía, mucho más económica que un pequeño ser humano.


La robótica ha avanzado mucho. Ahora casi todo es teledirigido. Desde el trafico, hasta los modernos coches sin chofer, o las maquinas limpiadoras en sustitución de los barrenderos. Ha habido un estallido enorme de la cibernética. Hasta tal punto que hay muchos seres humanos que se consideran a sí mismos individuos inferiores. Por poner un ejemplo: un robot suele estar más cualificado para aprender un idioma o para resolver un problema matemático. El ser humano le ganaría a un robot a la hora de plantear una cuestión filosófica, al analizar una obra de arte, o al interpretar una situación determinada, pero desde la gran crisis del coronavirus, del año 2020, en prácticamente todo el mundo, este tipo de cuestiones ya ni se plantean.


Otra de las novedades, es la proliferación de manicomios, aunque ahora no se llaman así, sino que su nombre ha sido sustituido por el de Centros de Reeducación, en los que se encuentran recluidos los viejos políticos de hace años.  A través de la televisión podemos ver todos los días retransmisiones en directo desde estos Centros. Estos son los programas de humor de mayor aceptación del público.  Cuando actúan Pedro Sánchez o Pablo Casado, hablando de los llamados Pactos de la Moncloa, y echándose la culpa el uno al otro, toda la familia rompe  a reír en sonoras carcajadas. O Santiago Abascal, con el pecho henchido y la mirada perdida en el más allá.Y que decir de la pareja Puigdemont- Torra. 

Con decirles que este tipo de programas no está recomendado para mayores de setenta años, pues más de uno ha fallecido al atragantarse con un cacahuete o cualquier otro fruto seco, o incluso llegar a ahogamiento por déficit de oxígeno, ante las carcajadas que levantan este tipo de programas que ya han sido calificados como “4 Gravemente peligrosos” y poco recomendables para la gente mayor, que todavía recuerda aquellos tiempos, y que continuan siendo considerados como población de riesgo.

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